Tomás Camacho no lo dudó. Vio el artilugio en Ebay y su olfato de coleccionista y experto en microbiología le dijo que aquello era un tesoro que no podía dejar de escapar. Cerró un trato con el comprador por 1.500 euros. "Cuando llegue a casa mi mujer me mata", pensó. Hoy lo recuerda entre risas porque el microscopio que estaba comprando resultó ser un auténtico Leeuwenhoek, una joya de la ciencia y la historia.

Pero no iba a ser tan fácil hacerse con él. El vendedor empezó a recibir ofertas muy altas que le pusieron en alerta sobre lo que tenía entre mano y entonces... "Dijo que lo había perdido", cuenta Camacho. Dos meses de litigios acabaron dando la razón al doctor y el microscopio, curiosamente, apareció.

Pero todavía faltaba certificar que sus pálpitos eran reales, que era un Leeuwenhoek. Camacho acudió al mayor experto en este campo, el profesor Brian Ford. Tras cuatro meses de pruebas y exámenes de todo tipo llegó la respuesta. No cabía duda de que era original. Ford ha viajado esta semana a Vigo para devolverle personalmente el objeto a su orgulloso dueño.