El 24 de mayo de 2015 quedará señalado como un hito en la historia de la política gallega. Los ciudadanos han decidido dar un vuelco al paisaje municipal propinando una severísima derrota al Partido Popular, que en la práctica pierde todo su poder urbano y debe conformarse con victorias menores en concellos pequeños, en donde, pese a todo, también sufre un notable desgaste. La jornada negra del PP se culmina con la pérdida de las diputaciones de Pontevedra y A Coruña, donde los socialistas tienen todas las papeletas para gobernar en los apoyos de nacionalistas y Mareas. En el caso de Pontevedra, Carmela Silva podría ser la nueva presidenta provincial.

El PSOE sigue en caída libre y, lejos de beneficiarse del fracaso de su principal adversario, no aprovecha la desafección hacia los populares. Tan sólo la victoria aplastante, sin precedentes, de Abel Caballero en Vigo, con 17 concejales de 27 posibles, ha salvado una jornada electoral que los socialistas cierran con un balance decepcionante.

El Bloque Nacionalista Galego sufre, por su parte, una hecatombe. Un partido que en 2009 tenía la vicepresidencia de la Xunta y un buen puñado de concellos, ha devenido en una formación testimonial, residual. La victoria de Miguel Anxo Fernández Lores en Pontevedra, pero sin mayoría absoluta, no puede maquillar un colosal desastre.

Junto a la figura de Caballero, el protagonista absoluto de estos comicios, el otro triunfador son las conocidas como Mareas, plataformas heterogéneas de ciudadanos, de inspiración transversal. Estos colectivos, formados a última hora y sin unas señas de identidad claras, han sabido atraerse el descontento y el hastío de los gallegos hacia los grandes partidos, sobre todo en las ciudades, hasta el punto de tener serias opciones de gobernar las urbes de A Coruña, Santiago y Ferrol.

Fiasco del PP

En la antesala de unas elecciones generales, el PP sale muy tocado de la cita con las urnas. Ni los pronósticos más pesimistas habían vaticinado un fiasco de tal magnitud. Pese a ser la formación que más apoyos ha cosechado (524.000, con el 35,77% de los sufragios), la más que probable pérdida de las ciudades convierte ese hecho en una victoria pírrica. En A Coruña, Carlos Negreira no ha sido ni capaz de ser la primera fuerza. Sus diez concejales, cuatro menos de los que tenía, le iguala con Marea, que lidera Xulio Ferreiro, pero éste le supera en porcentaje de voto. Al exdirigente nacionalista le basta un acuerdo con los socialistas (seis ediles) para arrebatarle el bastón municipal a Negreira.

En Santiago, la situación todavía es peor. Agustín Hernández, el exconselleiro por el que apostó el presidente gallego Alberto Núñez Feijóo, protagoniza un formidable batacazo. Compostela Aberta, de Martiño Noriega, le sucederá con toda probabilidad en la Praza do Obradoiro si logra acuerdos con el PSOE.

Ferrol, Lugo y Ourense tampoco han sido terrenos propicios para el PP. En la primera, las Mareas podrían gobernar, y en las otras dos dependerá de pactos a priori complicados. El caso de Vigo es especialmente dolorosa. Elena Muñoz ha obtenido en su estreno el peor resultado de las historia del PP en la ciudad. Otro órdago fallido del presidente gallego.

La derrota, en términos generales, del PP tampoco puede llevar al PSOE a la satisfacción. José Ramón Gómez Besteiro debutaba en unas elecciones locales como líder autonómico y el balance es claramente malo. Los 386.000 votos le reportan apenas un 26% de apoyos, una cifra que le aleja mucho del PP. El 24-M demuestra que los ciudadanos críticos con los populares no ven al PSOE como alternativa clara y prefieren optar siglas de nuevo cuño. Besteiro también suspende el examen en su propia casa. En Lugo, la ciudad que gobernaba hasta ahora Xosé López Orozco, el PSOE ha pasado a ser la segunda fuerza por detrás del PP, que sin embargo tendrá dificultades para lograr aliados.

Si los nuevos dirigentes del BNG creían que habían tocado fondo, y que peor imposible, se equivocaron de pleno. Los nacionalistas no sólo ya no son una referencia política, sino que están a un paso de su extinción. Su fuerza ha pasado ahora a manos de las Mareas, plataformas que han centrado sus esfuerzos en captar la desafección hacia el bipartidismo y lanzar mensajes de carácter social, orillando cualquier planteamiento ideológico nacionalista.

Y finalmente Ciudadanos, una formación que se presentaba para jugar un papel decisivo en una eventual política de alianzas, ha quedado relegada a un papel secundario, simbólicos. El partido de Albert Rivera, pese a haber entrado en algunas ciudades como Santiago, no será llave de gobierno en ningún caso.