Abel Caballero será alcalde de Vigo por tercera vez consecutiva y por primera vez con mayoría absoluta tras romper todos los registros electorales en la historia de la Corporación olívica en el periodo democrático. Diecisiete de los 27 concejales serán socialistas, tres por encima de los necesarios para gobernar sin apoyos de otros grupos políticos. Nunca un candidato había obtenido en la ciudad un triunfo tan apabullante. El popular Manuel Pérez fue regidor entre 1995 y 1999 con 15 ediles y tenía hasta ahora tanto el récord de votantes (69.095) como el de porcentaje (46,1%). Caballero ha fulminado esa marca al haber recibido la confianza de más de 73.000 electores -23.000 más que hace cuatro años- y alcanzar el 51,8% de las papeletas. El incremento en seis ediles de una tacada -desde 2011 gobernaba en minoría con 11- tampoco tiene parangón en las diez convocatorias de elecciones municipales celebradas desde 1979.

Las caras del Concello de Vigo

La nueva Corporación viguesa se completa con siete ediles del PP, que sufre el mayor descalabro de su historia al perder seis y queda relegado a segunda fuerza tras el PSOE después de mantenerse como la primera desde 1991; y tres concejales de Marea, que ha fagocitado literalmente al BNG. La organización nacionalista, que gobernó en coalición con Caballero entre 2007 y 2011 y en estas elecciones hizo una profunda renovación en su lista, se queda sin sus tres representantes y deja de contar con escaños en Praza de Rei 24 años después de que Lois Castrillo, que sería alcalde entre 1999 y 2003, se estrenase como edil del Bloque. La participación en Vigo en las elecciones de ayer fue del 60,06%, la más baja desde 1991. Votaron en los comicios 142.795 vigueses y no acudieron a la cita con las urnas 95.000.

Caballero empezó su primer mandato en 2007 con nueve ediles y casi los ha duplicado en ocho años. El candidato socialista cosecha la única mayoría absoluta de las siete ciudades gallegas y sube de un golpe los mismos concejales que baja el Partido Popular, un salto el del regidor que jamás había alcanzado en la ciudad ninguna formación. Además, solo Manoel Soto había gobernado en tres ocasiones en Vigo -entre 1979 y 1987-, si bien no alcanzó en ninguna de ellas la mayoría absoluta.

Caballero celebra el triunfo junto a su mujer Cristina, y todo su equipo en el hotel Bahía de Vigo. // R. Grobas

Los populares, cruz de la moneda de estas elecciones junto con el Bloque, se han dejado la friolera de 32.740 votos en relación a la convocatoria de 2011 y se quedan con 28.874, el 20,4% del total de los emitidos y 21 puntos por debajo de los comicios de hace cuatro años.

La candidatura encabezada por la exconselleira Elena Muñoz cosecha con siete ediles el peor resultado de la formación conservadora desde 1991, cuando se presentó por primera vez con esas siglas y obtuvo 13 representantes. Cuatro años antes Alianza Popular había conseguido nueve concejales.

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Del resultado logrado por el actual alcalde se desprende que su gestión convenció a buena parte del electorado del PP, ya que por la izquierda la pérdida de los tres ediles del BNG queda compensada con la entrada de Marea, que obtiene las mismas actas que se deja el Bloque. La fuerza que entra por vez primera en la Corporación, encabezada por Rubén Pérez -coordinador de Esquerda Unida en Vigo-, y que agrupa también a militantes de Anova, Os Verdes y Espazo Ecosocialista entre otros colectivos, recibió 16.227 votos (el 11,5% del total) a falta del cierre definitivo del escrutinio.

Aunque Caballero sube los mismos ediles que baja el PP, la formación conservadora pierde casi 12.800 papeletas más de las que gana el regidor, lo que deja patente que muchos votantes populares decidieron quedarse en casa.

El BNG, que concurrió con el sindicalista Serafín Otero como cabeza de lista, sufre una auténtica debacle al bajar a 6.800 votos, 9.500 menos que en las elecciones municipales de 2011 y una cifra a años luz de la alcanzada en 2003, cuando contabilizó 39.387 papeletas. Los nacionalistas se quedaron ayer a 1,8 décimas de alcanzar el 5% necesario para entrar en la Corporación, de la que dejan de formar parte tras un largo declive.