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El Vigo más solidario

La ciudad envió cien toneladas de alimentos, material sanitario y prendas de abrigo hasta la ciudad bosnia de Mostar

Carga de cajas con material sanitario y alimentos con destino a Mostar. // Cameselle

Vigo demostró su solidaridad en los últimos días del mes de abril y comienzo de mayo con el envío de cien toneladas de alimentos no perecederos, material sanitario y ropa de abrigo a Mostar en 1993, una de las ciudades más castigadas por el duro conflicto que tuvo lugar en los Balcanes. La iniciativa la puso en marcha el Movimiento para la Paz, el Desarme y la Libertad y tuvo una importante respuesta en la ciudad. Javier Mosquera y Guillermo Cameselle fueron algunos de los expedicionarios y contaron en el Decano una aventura histórica.

El primero de ellos no duda en afirmar que "fue una excursión muy particular, cargada de dificultades pero también ilusionante. A todos los que fuimos nos quedarán grabadas muchas imágenes de lo que vivimos". Lograron su objetivo de repartir todo lo que llevaban en Mostar y Split. Pero también contribuyeron a cambiar el concepto de solidaridad. A partir de esa expedición ya nada volvió a ser igual. Se cambiaron los protocolos.

Cuatro camiones y una una gran carga de ilusión. Así partieron de Vigo en los últimos días del mes de mayo. Varios vehículos acompañaban a la expedición. En unos de ellos viajó Álvaro González Magariños, responsable de la concejalía de Bienestar. El Ayuntamiento de Vigo y diversos colectivos de la ciudad se unieron con aportaciones a la iniciativa. Así lograron reunir cien toneladas de material y una importante cantidad de dinero.

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La expedición se unió a otra que partía de Zaragoza, sede del Movimiento par la Paz, el Desarme y la Libertad. Juntos atravesaron Francia y llegaron al puerto de Ancona (Italia). Allí se encontraron con un serio problema. Los encargados del transporte por mar querían que uno de los camiones se quedara en un almacén durante varios días. Todos se negaron e incluso impidieron la salida del ferri durante algunas horas. Temían que ese camión fuera robado o que parte del material desapareciera.

Los camiones llegaron finalmente a Split y de allí hacia Mostar. Se inició el reparto bajo la supervisión de organizaciones locales y del ACNUR. Uno de los camiones se quedó en la embajada española. Los vigueses tuvieron que realizar el esfuerzo de repartir las cosas entre los habitantes de una zona en guerra. Una experiencia dura, según confesaron algunos de ellos más tarde.

Narraron que muchas personas no querían donativos y la mayor parte de las veces les entregaban algo a cambio como señal de agradecimiento. Lo poco que tenían. Era como una muestra de su dignidad ante lo que sufrían. Dejaban claro que no querían regalos.

Los expedicionarios vigueses se encontraron con situaciones impactantes, sobre todo por las reacciones de los habitantes de las localidades por las que pasaron.

En su recorrido también tuvieron la oportunidad de hablar con algunos militares gallegos que se encontraban en misión de paz. Los vigueses, junto al resto de la expedición, cumplieron su objetivo tras nueve días de intenso esfuerzo, en el que tuvieron que conducir alguno de los vehículos y dormir incluso en instalaciones de militares.

Regresaron a Vigo con la satisfacción de cumplir una misión que fue muy valorada. Pero fue el punto de inflexión en la realización de acciones similares. La Cruz Roja anunció que a partir de ese momento era mejor mandar dinero y no realizar el transporte. Con ello se evitaban muchos gastos y la solidaridad era más efectiva. La expedición de los cuatro camiones costó 250.000 pesetas. La Cruz Roja desveló que compraría alimentos y otros productos básicos cerca de la zona de conflicto y con ello se evitarían más gastos. Esa estrategia se mantuvo vigente durante mucho tiempo después y a la misma se unieron diversas organizaciones que trabajaban en la zona. Insistían en que la coordinación era fundamental.

Los vigueses volvieron cansados después de nueve días de intensas emociones y también de protagonizar una misión solidaria al extranjero. En sus retinas quedaron las imágenes de los campos de refugiados. Pero con el orgullo de representar a una ciudad que mostró su lado más solidario a tres mil kilómetros de distancia. Su esfuerzo quedó registrado en multitud de documentos de la época.

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