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Mari Hashimoto: "Los gallegos y los japoneses son personas 'xeitosas', que cumplen su palabra"

"He ido descubriendo la belleza de esta tierra y valoro cosas en las que ya no os fijáis"

Mari Hashimoto posa con su libro ante la Escuela Oficial de Idiomas. // J. Lores

Se confiesa "superenamorada" de Galicia, una tierra a la que llegó hace algo más de 3 años y en la que encuentra muchos vínculos con Japón. Así lo recoge en su libro "Iwashi" (Edicións do Cumio), un recorrido por la cultura y la cocina de su país que hoy presenta a las 20 horas en la Escuela de Idiomas.

-¿Cuál es el significado del título de su libro?

-Iwashi es la xouba y también es un pescado muy común en Japón. Se consideraba propio de las clase bajas hasta que la escritora Murasaki Shikibu, autora de una de las obras literarias japonesas más importantes, Genjimonogatari, empezó a comerlo. Ella tenía la mente muy abierta y demostró su aprecio por algo que no se valoraba. Es un símbolo del contenido de mi libro. Como yo vengo de otra cultura todo lo veo como una novedad, he ido descubriendo la belleza de Galicia y valoro cosas en las que vosotros ya no os fijáis.

-Enlaza las experiencias vividas aquí con leyendas, costumbres e incluso recetas japonesas, ¿hay tantos paralelismos entre ambas culturas?

-Vivir aquí me recuerda muchas cosas de mi país. Japón y Galicia se parecen mucho en el clima y también en el carácter de la gente. Antes de venir a Vigo viví en Andalucía y los gallegos son más sensibles y tiernos. Éticamente, son personas muy correctas, xeitosas, y esto también lo tienen los japoneses. A los andaluces les gusta bromear y exagerar pero no cumplen su palabra, sin embargo, los gallegos dicen una cosa y no cambian. Mis amigas son muy cumplidoras y yo confío cuando me dicen algo. Lo que más me llama la atención de Galicia es que es como un país dentro de España. Es muy diferente al resto.

-Llegó a Vigo hace tres años y medio, ¿ha encontrado su sitio?

-Estoy superenamorada de Galicia y no pienso irme. Desde que llegué, no deja de sorprenderme, tanto, que he escrito mi primer libro. Andalucía también es bonita pero no me movió nada.

-En su libro también incluye recetas japonesas, ¿es una buena cocinera?

-Mucha gente dice que sí (risas) A veces resulta difícil encontrar ingredientes pero utilizo cosas de aquí. Casi soy vegetariana y me gusta la variedad y la calidad de las verduras gallegas. También me gusta el marisco. Galicia es uno de los lugares de España y del mundo donde mejor se come.

-Colabora con María Jesús Pirallo, autora de las ilustraciones y también experta en alimentación.

-Mi amiga María Jesús Pirallo es también profesora de inglés en la Escuela. Estudió dietética y es consultora de alimentación natural y macrobiótica. Ella escribe sobre las propiedades de algunos de los alimentos que aparecen en el libro. También revisó los textos y ha hecho las ilustraciones como la de la portada, donde aparece Shikibu con una xouba.

-La matrícula de japonés en la Escuela ha ido en aumento, ¿es un reflejo del interés por su cultura?

-El número de estudiantes aumenta cada año, tanto jóvenes como personas de más de 50 y 60 años, y todos son amantes de la cultura japonesa. Además del manga y el anime les interesa la cultura tradicional.

-¿Su libro puede servir de estímulo y guía a los turistas japoneses?

-Vienen muchos turistas japoneses y es una pena, pero no conocen mucho sobre Galicia porque piensan que España solo es toros y flamenco. Quizá sepan algo sobre el Camino de Santiago. Me gustaría contribuir a fomentar ese turismo.

-¿Y usted cómo llegó a España?

-Me gustaba el idioma y quería hacer un viaje y disfrutar de un año sabático. Hace 23 años compré un billete de avión y llegué a Cádiz. En unas semanas conocí a mi exmarido y ya me quedé (risas). Antes de venir a Vigo hice el Camino de Santiago y llegué a O Cebreiro el día de Navidad. No soy creyente, pero me acerqué a la iglesia para asistir a misa. Todavía no había nadie y el cura me pidió que leyese un texto durante la misa en el que aparecía la frase "Hija, te adopto". Sentí como que un dios de Galicia me lo decía. El cura me regaló una cruz de San Francisco que siempre llevo y, al año siguiente, estaba en Vigo dando clase.

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