La rehabilitación del Casco Vello vigués es ya un proceso imparable. El esfuerzo realizado por las administraciones en los últimos años para recuperar el corazón de la ciudad ha conseguido renovar y convertir el barrio en un foco atractivo para la ciudadanía, especialmente entre los más jóvenes, cada vez más atraídos por la zona para vivir o montar su propio negocio.

Es el caso de cinco vigueses, amigos desde el colegio, que en la búsqueda de una forma de capear la crisis han conseguido reinventarse para dar forma a una aventura arriesgada y novedosa que verá la luz en las próximas semanas y que añadirá uno de los ingredientes que faltaban hasta el momento en el Casco Vello, tanto en la zona baja como en la alta. Se trata de un obrador de pan "a la vieja usanza", un espacio que estará situado en la rúa Ferrería 17, en un local adquirido gracias a una de las promociones lanzadas por el Consorcio del Casco Vello. El obrador estará complementado con una panadería-cafetería que estará situada en la rúa Real 25. Ambas llevarán el nombre de "Trastrigo", la marca que han elegido para esta nueva era con aroma al pasado.

El proceso para la creación del negocio no ha sido nada sencillo. La idea nació hace un par de años en la mente de Jorge Justo, un ingeniero de Minas que comenzó a aficionarse a la cocina y posteriormente a la panadería. Cada vez más enganchado, compartió con Francisco Vallverdú, Macarena Cuña y los hermanos Tomás y Emilio González su idea y decidieron emprender la aventura.

"Todo el mundo estaba con ganas de hacer algo diferente, probar algo más propio y cuajó", explica Jorge Justo. La pelea para seguir adelante no fue nada fácil, con varios altibajos por el camino, "peleando" por los locales en el Casco Vello, el lugar donde querían que estuviese ya que ven una especie de paralelismo entre ambos. "Es una zona que está creciendo y queremos apostar por ella, era irrenunciable, crecer al ritmo del barrio nos motiva", añade Justo.

Parten de cero, sin ninguna tradición familiar ni experiencia en panadería, pero eso no les asusta. Durante todo este tiempo se han encontrado con decenas de "manos amigas" dispuestas a echar una mano y aconsejarles. "Es cuestión de ir aprendiendo, si quieres hacer algo artesanal al final le vas a dar tu idea", explica Vallverdú.

El objetivo es recuperar ese mimo al pan y a la repostería de "antaño", escogiendo al detalle las materias primeras y primando la calidad por encima de la cantidad, con un sabor reconocible. El obrador estará complementado además con un espacio pedagógico, en el que pretenden realizar talleres para adultos o menores. En el local, todo estará a la vista para que la gente observe el proceso de creación de sus productos.

Asumen que es una aventura arriesgada. En ella han depositado tiempo, esfuerzo y sus ahorros. Es un riesgo que están dispuestos a correr. "Tienes que creer en ti, en la idea y en las personas porque es lo que queremos hacer", indica Francisco Vallverdú, consciente de que "habrá errores" en el proceso y que no será fácil. Saben que el que no arriesga, no gana.