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La tragedia del ciclista herido en el Monte Alba

"Somos bikers, no delincuentes", clama el ciclista vigués en silla de ruedas por la trama en un monte

Diego González narra en una carta el accidente que le causó una grave lesión medular irreversible

Diego González. // Facebook

En pleno proceso de rehabilitación, Diego González, el ciclista que el pasado 4 de septiembre fue víctima de un trágico accidente en el Monte Alba, expresa por primera vez en público su dolor y su frustración. El vigués, de 39 años, narra en una carta enviada a la revista especializada de ciclismo Bike la historia de aquella jornada en la que su vida cambió para siempre. La publicación la ha elegido como la carta destacada del mes.

Tras una breve introducción en la que deja patente su amor por la bicicleta de montaña, su "vicio", recuerda como salió a pedalear al Monte Alba, "una zona muy frecuentada por ciclistas como yo", para continuar su preparación para una prueba de enduro en Cangas. "La intención era rodar algo y hacer un par de bajadas preciosas que tenemos por la zona, Un recorrido por el que había bajado antes unas 50 o 60 veces y que conocía como la palma de mi mano", reza en su carta.

Continúa su relato Diego recordando los momentos previos a aquel "fatídico salto, ese que había hecho tantas veces, que subía la adrenalina a lo más alto", pero que aquel día tenía reservado una sorpresa muy desagradable en forma de trampa.

"Al llegar al corte vi que había una piedra de unos 200 o más kilos de peso justo en la zona de recepción. Supe que no iba a superarla y no había tiempo para frenar así que no pude hacer otra cosa que empotrarme y salir despedido de cabeza contra un muro de piedra. Nada más chocar me di cuenta de lo que pasó. Un crack hizo en mi columna vertebral, en el cuello o más abajo... Lo sentí y quedé tirado en el suelo con la cara en la tierra. Quería moverme, quería quitarme la bici de encima pero no podía, no podía mover las piernas ni el tronco. Los brazos malamente y la sensación fue horrible. Horrible es aún hoy, casi cuatro meses después del accidente", describe Diego, que recuerda como consiguió recuperar su móvil a duras penas para pedir ayuda, apareciendo minutos después dos bikers, que Diego define como "mis ángeles de la guarda", ya que en seguida se dieron cuenta de la situación, dando la ubicación exacta a la Policía mientras trataban de tranquilizar al ciclista herido.

"Me alegré tanto de tener compañía, de no estar solo en aquella situación... Al rato llegó por fin la Policía, quienes se hicieron cargo de la situación, aparte de avisar a la ambulancia. Una vez llegaron los sanitarios y me metieron en la ambulancia, la vida que hasta el momento conocía, la vida que tanto y tan bien había disfrutado, se acabó, aunque en realidad había terminado en el momento del accidente", cuenta el ciclista, que narra su traslado al hospital Juan Canalejo de A Coruña, donde le confirmaron la rotura de la vértebra D5 y que tenía la médula seccionada.

"Me internaron en la Unidad de Lesionados Medulares y desde aquel fatídico día aquí estoy, trabajando duro, no para rehabilitarme, pues según el jefe del servicio médico, la lesión es total e irrerversible, sino más bien, reeducando el cuerpo a la nueva situación, cosa que tardará unos 2 años en estabilizarse. A partir de ahora ya no andaré en bicicleta, tendré una silla de ruedas por compañera. Todo por esa fatídica tarde del 4 de septiembre en la que tuve un accidente a causa de una trampa colocada en un camino de un monte", prosigue.

Comienza su despedida Diego agradeciendo "el apoyo de su familia, amigos y gente anónima" antes de lanzar un último mensaje: "Lo que pido a todos los bikers es que no me dejéis solo y luchéis porque esto no vuelva a suceder y desaparezcan las trampas de los montes. ¡Cualquiera podría ser Diego! Debéis denunciar las trampas que os encontréis y a ver si entre todos, que somos muchos, conseguimos que se legisle al respecto, ya que el monte es para poder disfrutarlo. No somos delincuentes, somos bikers".

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