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Vivencias de un hito académico que cumple 25 años

Profesores de la Universidad recuerdan cómo se forjó su éxito

Profesores que vivieron la segregación de Santiago en el curso 89 recuerdan el inicio de la institución

Profesores de la Universidad recuerdan cómo se forjó su éxito

Son los "socios fundacionales" de una historia de éxito y comparten el orgullo por una institución que contribuyeron a crear "de cero" al tiempo que crecían "como personas y profesionales ". Tuvieron que configurar nuevos planes de estudio, montar sus propios grupos de investigación, dotarlos de laboratorios y asumir cargos a una edad, entre los 30 y los 40 años, en la que sus coetáneos seguían viviendo a la sombra de los catedráticos veteranos en la mayoría de campus españoles. Imprimieron un carácter "moderno, democrático y rupturista" a una universidad que a pesar de su corto periplo vital ha ganado visibilidad en el panorama nacional e internacional y que ya se mide en los rankings con la secular Compostela de la que se emancipó hace ahora 25 años.

Los más de 50.000 alumnos que sumaba Santiago en toda la comunidad y que amenazaban con hacerla ingobernable unidos a las reivindicaciones sociales, económicas y políticas que llegaban in crescendo desde Vigo y Ourense desembocaron en la designación de Espada como primer rector en septiembre del 89 y en un decreto de segregación en enero del 90 tras más de un año de duras negociaciones. Así nacía una institución sin presupuesto propio ni apenas infraestructuras y con déficits de personal.

"Fue un trabajo muy bonito y también una locura porque no había nada. Nuestra dedicación ya no era de 24 sino de 48 horas. Viajábamos a Santiago constantemente para decidir quién se quedaba con las tuercas y quién con los tornillos. Ellos se sentían poderosos y ahí estaba la guerra. Hubo que pelear en éste y en muchos otros ámbitos pero echándole ganas conseguimos muchas cosas", recuerda el catedrático de Geología Marina Federico Vilas, secretario general en la comisión de gobierno que se creó en el 89 y vicerrector de Investigación en el primer equipo rectoral.

Él impulsó una infraestructura clave para los investigadores, el Cacti, que concentra los equipamientos tecnológicos. "Costó trabajo en su día y casi perdemos la ayuda europea para construir el edificio porque los comuneros protestaron y tuvimos que elegir otra parcela y cambiar el proyecto constructivo a todo correr", recuerda entre risas. Aun así, el balance no ha podido ser mejor: "Tenemos un plantel de científicos que son una referencia. En 25 años no se nos puede pedir mucho más".

La cartera de Asuntos Económicos del primer gobierno recayó en Antonio Vaamonde ,y por tanto, la elaboración de unos presupuestos "siempre escasos" en aquellos momentos iniciales. "Teníamos bastantes limitaciones y queríamos hacer más de lo que podíamos. Fue una etapa complicada y conflictiva pero la recuerdo con cariño", señala el catedrático de Estadística.

El nuevo gobierno también tuvo que hace frente a reivindicaciones docentes, que llegaron a ocupar el edificio Cambón, en cuyo ático de apenas 150 m2 se encontraba la sede provisional del Rectorado: "Era una buhardilla muy pequeña y se manifestaron por las escaleras".

En el curso de la segregación, 89/90, As Lagoas-Marcosende estaba conformado por la Escuela Superior de Ingeniería Industrial -que albergó Telecomunicaciones y Minas mientras no tuvieron edificio propio- y el Colegio Universitario de Vigo, inaugurado en 1977 y cuyas siglas, CUVI, han pervivido hasta la actualidad a través de las diferentes generaciones para referirse al campus en su conjunto.

En el edificio diseñado por el arquitecto Pernas convivían los profesores de humanidades, económicas y ciencias biológicas que compartían almuerzo en el comedor o partidas de cartas en el restaurante Llogo del Alto de San Cosme tras degustar el menú del día. Esta mezcla de disciplinas resultó "muy chocante" para los catedráticos de Bioquímica Javier Rodríguez Berrocal y María Páez de la Cadena cuando llegaron al CUVI poco antes de la segregación y tras haber defendido su tesis en Salamanca.

"No existían prácticamente laboratorios y había gente que investigaba en los de Santiago, lo que nos generaba un poco de incertidumbre. Recuerdo que lo primero que hice fue enviar una carta a la desesperada al vicerrector compostelano diciéndole que quería crear un grupo y me concedió 3 millones de pesetas. Estoy hoy sería inviable. ", destaca el investigador, que posteriormente formaría parte del equipo de gobierno de Rodríguez Vázquez.

"Coincidimos gente de todas partes, Oviedo, León o Salamanca, y la parte personal era muy divertida porque estábamos juntos todo el día y nos íbamos de cañas después del trabajo. Nos apoyábamos y tiramos del carro para crear una universidad innovadora, pujante y sin el anquilosamiento de otras instituciones. También se notaba que la ciudad estaba expectante. Fue un proceso apasionante, una experiencia única que me marcó como persona y estoy orgulloso de la maravillosa trayectoria que ha tenido", reconoce.

"Éramos muy jóvenes y nuestra experiencia, la de hijos pequeños de Santiago, pero la separación fue muy positiva. Aquí no teníamos los prejuicios que dan los años ni las costumbres ancestrales y el ambiente era muy ilusionante. Como herederos perjudicados, Santiago se quedó con todos los fondos bibliográficos, pero Vigo fue capaz de crear una biblioteca central magnífica", aplaude la catedrática de Lengua española Dolores Troncoso, profesora desde el año 72 y decana de la Facultad de Filología entre el 92 y el 94.

La joven institución también nacía apoyada en dos centros centenarios con sede en Torrecedeira, la antigua Peritos y la Escuela de Empresariales, que ya habían dejado su huella en la historia del desarrollo de Galicia. Esa vinculación con el tejido industrial forma parte imprescindible del ADN y la misión de la Universidad de Vigo.

"Sin la historia de ambos centros y los profesionales que se formaron en ellos no hubiese sido lo mismo", señala el director de Empresariales, donde a principios de la década de los 90 estudiaban más de 1.600 alumnos. Él asumió la labor de crear el servicio de deportes en una primera etapa en la que Vigo se integró en las ligas galaico-durienses. Incluso llegó a celebrarse en la Ría la primera regata universitaria de traineras siguiendo el modelo de Oxford y Cambridge y en la que Vigo se impuso a Santiago.

"Ésta es la historia de un éxito colectivo. Partimos de un embrión precario, un escenario de incertidumbres y carencias y, sin embargo,se consiguieron grandes logros. Vigo es muy joven pero emerge con fuerza en el panorama universitario gallego y español", resume Argimiro Rojo, el primer catedrático de Ciencias Políticas de la institución y actualmente presidente del Tribunal de Garantías, un órgano que también gana "presencia y visibilidad" para contribuir a la "buena gobernanza" y la resolución de conflictos.

La posición que hoy ocupa la Universidad se explica también en el bagaje de muchos de sus primeros profesores, que ya habían pasado por centros punteros extranjeros y tenían claro que el camino era la excelencia. A Carlos Hervés, que llegó al antiguo CUVI en 1980 y con 35 años ya era uno de los pocos catedráticos, la segregación le pilló en el departamento de Economía de Harvard, que entonces dirigía Andrés Mas-Collel, el conseller catalán de Economía. Y entre los años 90 y 96 se marchó a la Carlos III en comisión de servicios. "Conmigo se fueron varios estudiantes de doctorado y esto fue un acierto de mis colegas Carlos Arias, Manuel Varela y Alberto Gago, que vieron con claridad que era mejor ayudarles a formarse bien. Y cuando volvieron a Vigo atrajeron a otros profesionales capaces. En otros sitios, las cosas se hacían por escalafón pero aquí se funcionaba por el principio de mérito-capacidad y esto es una de las señas de identidad que nos diferenció de Santiago y A Coruña", subraya.

La presencia en los rankings internacionales de mayor prestigio como The Times o Shanghái, en el que logró mantenerse dos años, no hace más que confirmar esta apuesta. "Aunque no soy muy partidario de estas listas porque cada una se fija en determinados aspectos, hablan por sí mismas y lo cierto es que Vigo está muy bien posicionada. Tener un premio Humboldt, que es como el Nobel para los jóvenes, no es frecuente en España", lanza como ejemplo.

"Se rompió con la endogamia y se fomentó la competitividad. La universidad era más libre y flexible para entrar en esta dinámica y esto explica el enorme avance en la investigación", añade Manuel Ángel Candelas, profesor de Literatura española que ocupó la plaza que dejó Alonso Montero al irse a Santiago. Con menos de 30 años, asumió la secretaría de su departamento y después fue decano de Filología y Traducción: "Éramos muy jóvenes y tuvimos que hacer de todo. Una de las mejores experiencias ha sido la de tener la libertad para crear desde cero, se hicieron planes de estudio pensando en el interés social y me siento orgulloso de que no había servidumbres".

Candelas pone sobre la mesa otro de los logros de la universidad en estos años: las relaciones internacionales y el prestigio que ha ganado en el exterior gracias a su esfuerzo por atraer a los estudiantes extranjeros a través del programa "Erasmus" y de otros convenios de intercambio.

En otro de los capítulos más recientes de la Universidad, sus profesores fundadores tuvieron que enfrentarse a un nuevo cambio histórico: la adaptación a Bolonia. "El principal problema es que se trata de un proceso esencialmente caro, porque implica una enseñanza muy tutorizada, y tuvo que hacerse en medio de una gran crisis económica y sin recursos. Y además con un cambio constante de directrices de los diferentes ministros", lamenta Pedro Merino, que fue vicerrector de Investigación y también el primer director de la Escuela Superior de Industriales tras la creación de la Universidad de Vigo.

El emplazamiento del campus en un lugar tan alejado de la ciudad todavía genera debate. "Crear la Universidad fue un gran acierto, pero hubo decisiones de gran discusión como el modelo, si era una institución clásica o una Politécnica, y la ubicación. Cuajó la actual por su extensión y el precio".

A Argimiro Rojo le quedan "dudas" sobre si se "apuraron todas las oportunidades" para estar más conectados con la ciudad y José Luis Legido lamenta la pérdida de una sede institucional en Vigo que hubiese dado más proyección social desde que el Rectorado se trasladó al campus.

El catedrático de Física Aplicada ha participado en la organización universitaria desde el primer claustro constituyente, ha estado en equipos de gobierno e incluso ha concurrido como candidato a rector, siempre echando mano del diálogo y el buen talante: "Eran momentos de mucha actividad y siempre me gustó participar. La gente joven ahora está centrada en promocionar su carrera, pero todos deberían pasar por cargos de gestión para entender lo difícil que es tomar decisiones".

María do Carmo Henríquez, la primera catedrática de Lengua española de la institución, también asistió a aquel primer claustro." Era mucho más democrático y vivo. Había mucha participación y debate y los consellos de goberno se prolongaban hasta las 12 de la noche. Fue una época muy bonita", rememora.

Entre los retos de futuro, Merino señala enfatizar aún más la conexión con la industria y Legido recomienda "redimensionar" la Universidad para crear titulaciones "coherentes" que garanticen el empleo de los jóvenes y luchar por no perder el talento. "Vigo tiene profesionales de mucha valía que se está yendo", advierte.

Dolores Troncoso anima a romper cierta tendencia al "estancamiento y la autosatisfacción". "Con Docampo dimos un salto espectacular tras llegar a una cierta madurez. Quizá la evolución después no ha sido mayor por la crisis", reflexiona.

Respecto a este punto, Antonio Vaamonde advierte que los recortes presupuestarios y la falta de plazas se pueden pagar muy caros: "Podemos superar mal esta forma de subsistir".

"Hoy la tecnología es barata, lo caro es el capital humano. Pero es más fácil meter la tijera donde hay pocas posibilidades de oposición. Lo sorprendente es que no nos hemos hundido de todo y que las universidades siguen produciendo, pero hemos perdido a alumnos que podrían estar sentados en el aula", critica Hervés.

"La creación fue un acierto y permitió abrir horizontes y pensar de otra manera. Al principio no mantuvimos mucha relación con Santiago y A Coruña porque rompimos moldes pero ahora los retos son otros y si buscamos la excelencia hay que sumar esfuerzos y unir recursos", propone.

Rojo coincide en "volver a la idea de que formamos parte de un mismo sistema y fomentar la cultura de la cooperación". También aboga por potenciar la internacionalización, el rigor en la oferta docente y la búsqueda de financiación externa en la que Vigo se ha mostrado "proactiva".

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