En la modernización de la industria relacionada con la pesca hay un barco que marcó un antes y un después: el Galicia. Concebido por el visionario fundador de Pescanova, José Fernández López, el considerado como el primer buque-factoría de España zarpó el 15 de septiembre de 1964 del puerto de Vigo. Para conmemorar los 50 años de su primera singladura, hoy se reúnen en Vigo un reducido grupo de sus 240 tripulantes. Será un encuentro cargado de nostalgia de la vida a bordo de una pequeña ciudad. Donde había desde médico hasta cura e incluso un sastre; que procesaba, congelaba y abastecía de víveres y combustible a una flotilla de diez pesqueros. Un buque revolucionario que propició el mayor desarrollo mundial del sector pesquero.

Escoltado por esa decena de barcos abandonó la Ría de Vigo hace medio siglo rumbo a Sudáfrica, uno de los caladeros, junto al canario-sahariano, donde el Galicia estuvo destinado hasta su desguace en 1975. Surgido de la reconstrucción del maltrecho trasatlántico Habana -Habanaefectuada en apenas ocho semanas en los astilleros ferrolanos de Bazán-, en sus 146 metros de eslora se instaló toda la maquinaria necesaria para procesar hasta 2.000 toneladas y también producir harina y aceite de pescado.

Fondeaba en puntos estratégicos cercanos a las zonas de pesca, como en la sudafricana Bahía de Santa Elena. La factoría flotante nunca dejaba de funcionar. A sus costados abarloaban los pesqueros para descargar las capturas -sobre todo, merluza- o a reparar, mientras que otros buques de mayor porte, congeladores como los Pontevedra, Lugo, Ourense y Coruña cargaban los bloques de pesca ultracongelada para su posterior transporte hasta Vigo.

"La vida a bordo era como muy familiar; había mucha camaradería", recuerda Gregorio Baudot, que navegó en el Galicia como "agregado", denominación ya extinguida de un oficial en prácticas. Como todos los tripulantes, incluido su primer capitán, de procedencia militar, José María Moreno Aznar, sabía que no viajaban en un buque cualquiera. "Todo el mundo recuerda con cariño las campañas en el Galicia. Hay anécdotas increíbles. Se trabajaba mucho, pero había tiempo también para divertirse, para cantar o escuchar al padre Alejandro tocar la guitarra", apunta Baudot.

Entre los 240 tripulantes del buque nodriza y los del más de centenar de pesqueros que pescaban para él se concentraba una "población" que podría superar con holgura las 600 personas. Así que el sacerdote titular de esta gran parroquia, Alejandro Bermúdez, además de la misa diaria a bordo, oficiaba una especial cada domingo apoyándose en la megafonía. De esta manera, todos los marineros, de los barcos amarrados al costado del Galicia y también de los que faenaban en las proximidades, no tenían excusa para desoír el mensaje del Señor. "Y la gente escuchaba", resalta, sonriendo, Gregorio.