La batalla que lidia a diario contra la pobreza y su huella más cruel, el hambre, impide al Banco de Alimentos sumarse a los mensajes que preconizan "brotes verdes" en la economía. "Soy más pesimista que antes del verano; el número de familias que no reciben ayuda alguna se ha incrementado enormemente", apunta Pedro Pereira, responsable de la fundación provincial de la ONG, con sede en Vigo. Tan "alarmantes" son los estragos de la crisis que el colectivo ultima la apertura de una delegación en Pontevedra para atender el entorno de la urbe del Lérez y las comarcas de O Salnés y Deza. Desde que inició su actividad en la región, a mediados de los 90, el Banco de Alimentos cubre las necesidades de toda la provincia desde Vigo. Las dependencias de Pontevedra serán las primeras con las que se refuerza para facilitar su labor.

La nueva delegación de la ONG ocupará un almacén de cerca de 700 metros cuadrados en la calle Faustino Santalices, en el casco urbano de Pontevedra. Voluntarios de la fundación trabajan para que la instalación pueda abrir sus puertas entre septiembre y octubre. El local de la urbe del Lérez empezaría así a operar apenas año y medio después de que el banco estrenase sus nuevas dependencias en Vigo. A finales de 2012, el colectivo se mudó del bajo de la calle Pino que ocupaba desde sus orígenes, a una amplia nave industrial -dotada de más espacio para almacenar los palés con alimentos- en San Pedro de Sárdoma. Desde allí la ONG distribuye alimentos a colectivos solidarios dispersos por la provincia. En la actualidad, el único Banco de Alimentos de Galicia -hay uno en cada provincia- con ramificaciones es el de A Coruña, que dispone también de nave en Santiago.

Con el nuevo almacén, el Banco de Alimentos pretende atajar la avalancha de peticiones de ayuda que constata desde 2008. Pereira ilustra la situación con cifras: hace aproximadamente ocho años, al inicio de la crisis, el colectivo distribuía toneladas de alimentos entre cerca de 130 colectivos sin ánimo de lucro -comedores sociales, asilos, ONG, entidades caritativas...- que, a su vez, hacían llegar las viandas a unas 30.000 personas en toda la provincia. A fecha de hoy, Pereira asegura que el número de organizaciones solidarias con las que trabaja ronda ya las 180 y los usuarios finales ascienden a cerca de 50.000. Para garantizar que sus alimentos se destinan al fin con el que se recogen, el banco ejerce un control riguroso. "Siempre exigimos trasparencia", concluye Pereira, quien explica el repunte de ONG como un efecto más de la crisis. "Algunas entidades se han ido regularizando; muchos ven que la situación no mejora y quieren afrontarla directamente", anota Pereira.

Pobreza creciente

Quien dirige el Banco de Alimentos en Vigo insiste en la pobreza que asedia a muchas familias de la provincia. "El índice de pobreza se está abriendo", alerta Pereira, quien detalla que por las puertas de las ONG empiezan a cruzar perfiles con los que antes no trabajaban. A principios de año el colectivo ya avisaba de que "se está detectando una demanda en puntos rurales de la provincia donde antes no había problemas". "En zonas como Silleda o Lalín la demanda ha subido una barbaridad", abundaba Pereira. Desde hace varios años ya no es extraño que las organizaciones solidarias auxilien también a antiguas familias de clase media acomodada a las que el paro y la recesión ha arrastrado al drama del hambre. "A las ONG se están acercando arquitectos, ingenieros, gente con doctorados...", lamentaba el pasado marzo Pereira, muy crítico con el "distanciamiento de la clase política con la realidad social". "Deseamos de verdad que mejoren las cosas, pero no podemos constatarlo", concluía.