Ingeniería Industrial ha decidido plantar cara a la picaresca del "corta y pega" soportada por el avance de las nuevas tecnologías. Es el primer centro de la Universidad de Vigo y uno de los pioneros en Galicia que se dota de un sistema antiplagio para determinar la originalidad de los Trabajos Fin de Grado (TFG) de sus estudiantes, el último requisito para obtener el título. Los profesores advirtieron de su existencia con un curso de antelación a los alumnos que se graduaban este año y en su estreno, a finales de julio, la herramienta solo detectó un caso entre los 134 documentos presentados.

"El resultado fue muy positivo, lo que nos deja muy tranquilos y contentos. No se trata de desconfianza, sino de valorar justamente al que sí se ha esforzado. El TFG es el colofón de la carrera, debe ser original y una parte importante es la búsqueda de información por parte del alumno. Pero el profesor estaba desarmado ante la capacidad para copiar que ofrece actualmente la red", señala el director, Juan Pou.

La escuela viguesa ha adquirido la licencia de uso del software Turnitin, un sistema nacido en EE UU que utilizan más de 9.000 instituciones en todo el mundo, entre ellas las españolas Pompeu Fabra, Salamanca o León, y que se une a otros sistemas informáticos a los que las universidades recurren en la actualidad para frenar las prácticas poco éticas derivadas de la era digital.

Su existencia frena tentaciones -más del 35% al cabo de 4 años, según las estadísticas de Turnitin- y además mejora la calidad de los trabajos. "Los alumnos estaban muy concienciados, incluso temerosos, y fueron mucho más cuidadosos a la hora de buscar e incluir contenidos de internet y de citar las fuentes. Preguntan a los tutores por la forma en que deben incluir ilustraciones y hemos visto cosas que antes no aparecían en los trabajos. Han aprendido muchísimo", celebra Jaime Sieres, subdirector de Calidad hasta el pasado junio.

"Es una herramienta para educar", añade Pou, que incluye los valores y el respeto por la propiedad intelectual entre la formación que deben adquirir los universitarios. "El TFG es copropiedad del alumno y de la escuela, porque está hecho dentro del plan de estudios. El centro lo avala y por eso queremos ofrecer todas las garantías de que su autor cumple con todos los requisitos para ejercer como ingeniero. Los valores éticos que siempre se han inculcado en esta escuela también se pueden mantener en el mundo digital", sostiene.

El TFG es el equivalente al proyecto fin de carrera en los 6 grados de la escuela -que este año despidió a las primeras promociones- y los alumnos cuentan con una asignatura, Oficina Técnica, durante la que reciben formación sobre cómo elaborarlos y presentarlos ante el tribunal.

"Las lecturas son colectivas y los alumnos se preocupan de hacer presentaciones cuidadas. Y esto es bueno para ellos porque es lo que va a pasar cuando salgan al mundo laboral y tengan que competir", apunta el director.

Más de 40 profesores y el personal de Administración y Servicios de las sedes del campus y Torrecedeira se esforzaron para tener a punto los 11 tribunales ante los que se defendieron un total de 134 trabajos en una sola jornada.

El autor del único caso de copia detectado fue invitado a justificar su acción y finalmente optó por retirar su trabajo y presentarse a una próxima convocatoria. "Contactamos con él y con su director para que nos den su punto de vista y le advertimos de lo que supone incumplir la ley de propiedad intelectual. Preferimos pararlos y darles otra oportunidad. Si alguien denuncia el plagio también la escuela sería responsable", señalan.

Por ahora, el centro solo recurre a este "superprofesor" digital para verificar la originalidad de los TFG, pero también podría extenderse en el futuro a las tesis doctorales. "Los investigadores que quieran usarlo lo tienen a su disposición", comenta Pou.

Una vez que el documento en cuestión es subido en formato PDF, la aplicación necesita un plazo de 24 horas para elaborar un informe en el que detalla el porcentaje de originalidad o similitud a partir de una base de datos en la que figuran más de 45.000 millones de páginas web, 300 millones de trabajos de estudiantes y 130 millones de artículos de libros y publicaciones.

"A partir del 15% entramos a ver qué pasa. El sistema se va perfeccionando y es capaz de detectar incluso si el texto original ha sido traducido del inglés al español o al gallego. En el informe aparecen subrayadas las palabras que ha encontrado en otros documentos y te indica las fuentes de las que procede", explica Sieres.

La herramienta también "aprende" con los trabajos de los alumnos vigueses, que quedan registrados en su memoria aunque solo accesibles para los responsables de la escuela viguesa: "Si otra universidad quiere verlos para comprobar el plagio tendría que pedírnoslos".