La resolución provisional del ministerio le ha llegado días antes de que se agote su contrato Parga Pondal de la Xunta. "Estaba al borde de la caducidad y sentí alegría, satisfacción y alivio", reconoce este doctor en Historia que ya ha estado "muchas veces en el alambre". Desde que defendió su tesis en 2005, Lanero (Vigo, 1977) ha concatenado becas del ministerio, contratos financiados por su grupo de investigación y otras ayudas autonómicas como el programa Ángeles Alvariño.

Admite que alguna vez pensó en tirar la toalla. "Pero cuando ya estás tan especializado tu reciclaje no es sencillo y además nunca perdí la fe en lo que hacía. Soy consciente de que desarrollo una investigación de calidad reconocida en el mundo académico y estoy incluido en las comunidades científicas estatales y europeas. Sin embargo, hoy es habitual que cuentes con el reconocimiento profesional y a la vez vivas en una situación de precariedad laboral", lamenta.

Además de probar suerte con las Ramón y Cajal, Lanero también consideraba la opción de marcharse al extranjero con una Marie Curie y el año pasado solicitó una Starting Grant del Consejo Europeo de Investigación. "A corto plazo no pediré nada, pero si veo que no hay visos de estabilidad laboral me lo volveré a plantear. No las tengo todas conmigo a pesar de que este contrato sea de 5 años", admite.

El historiador vigués advierte del "riesgo de involución" que corre España debido a la precariedad a la que se ve relegada el I+D: "Ya partíamos de un nivel muy alejado de nuestro entorno y los efectos los veremos dentro de 10 o 15 años. El país paga una factura doble porque financia con dinero público la formación de investigadores que después se van al extranjero y refuerzan la posición de nuestros competidores directos".

Y en el caso de las humanidades, los recortes son aún mayores. "A la opinión pública le cuesta ver la rentabilidad de este conocimiento pero para cualquier sociedad es un valor añadido ser consciente de su historia y entender sus problemas del pasado", reivindica.

La concesión de la Ramón y Cajal le permitirá presentarse a las convocatorias públicas de financiación: "Estaba absolutamente bloqueado. Seguía produciendo, pero no tenía fondos".

Se da la circunstancia además de que su compañero Antonio Míguez ocupa la primera plaza de los reservas. "En el grupo están contentos, refrenda su calidad".

La línea específica para la que solicitó la ayuda del ministerio consiste en el estudio de la movilización política y la conflictividad social en el mundo rural durante el final del franquismo y la Transición. Sin embargo, su ámbito de trabajo también incluye el proceso de modernización agrícola o "revolución verde" en la Península Ibérica en la segunda mitad del siglo XX, así como las políticas públicas y las actitudes de consentimiento de la población durante el franquismo. "Por ganas y proyectos no será", bromea.