Javier Mallo vive en A Ramallosa, a 20 kilómetros de su puesto de trabajo, en El Corte Inglés. Esta importante distancia no le ha frenado en los últimos seis años para ir de forma habitual en bicicleta. "Depende del tiempo, pero lo hago una media de 80 días al año y pedaleo en torno a 3.000 kilómetros solo entre el trayecto de casa al trabajo, y viceversa", destaca. En su caso, y al tratarse de bastante recorrido, confiesa que puede permitírselo al disponer de duchas y taquillas en su trabajo. "La ropa va en una mochila impermeable", explica.

Varía bastante el itinerario dendependiendo del tráfico. En el viaje de ida calcula que emplea una hora. "En el de vuelta vengo más tranquilo, e incluso voy por el paseo de el Lagares y tardo algo más", señala.

Aunque mantiene que utiliza la bicicleta porque le relaja, reconoce que cuando llega al corazón de la ciudad, la cosa cambia. "Es complicado encontrar sitios donde aparcar, hay demasiado tráfico en algunas zonas y a determinadas hora que es mejor evitar y, como todavía no hay una cultura de la bicicleta, los conductores nos ven como algo molesto y como si no tuviéramos derecho a ir por donde ellos. Te pitan, se te arriman... Es una pena, porque nos hacen sentir marginados y esto impide que otras personas, por miedo, se decidan", lamenta.