El 28 de mayo de 1914, Faro de Vigo rendía homenaje de admiración a la criatura que daba sus primeros pasos, al tranvía que probaba su marcha antes de echarse oficial y definitivamente a rodar por las calles de nuestra ciudad. La hora y media larga que duró la prueba aquel día se convirtió en una "marcha triunfal". Los dos automotores que conducían al Consejo de Administración de la compañía a lo largo de la carretera de Baiona eran saludados con disparos de "bombas", vítores y aplausos. El 2 de junio de 1914 volvía a circular el tranvía por unas calles abarrotadas de gente que daba vítores a su paso. La inauguración oficial fue el 9 de agosto de 1914. Cuando todo el mundo vivía en plena psicosis por temerse el estallido de un momento a otro de la "Gran Guerra", para nuestros conciudadanos la inauguración del servicio de tranvías era una fiesta.

Conforme avanzaba el siglo XX, parecía evidente e inevitable que a Vigo el porvenir le reservaba un papel hegemónico como centro económico, y, por ello, industrial y comercial, de lo que hoy llamaríamos un "área metropolitana". Pero ese papel de centro económico sólo podría desempeñarlo con eficacia si era, al mismo tiempo, el centro de un sistema de transportes que vertebrara y comunicara con igual eficacia esta área. La necesidad de contar con una adecuada red de transportes, un sistema que a la vez que rápido fuera económico y extenso y diera respuesta a los cada vez más frecuentes desplazamientos de los trabajadores a sus industrias y las cada vez mayores relaciones entre los municipios del entorno, esta necesidad acabó conduciendo a la solución más lógica, la de crear una red de tranvías eléctricos. Así pues, los tranvías tuvieron una influencia indiscutible en los alrededores de Vigo, en eso que hoy llamamos el "área metropolitana". Los tranvías no sólo enlazaron entre sí los barrios y parroquias de la ciudad y dieron posibilidades para la instalación de industrias al facilitar los traslados de los obreros, sino que también modelaron los enlaces de nuestra ciudad con su extrarradio. Baiona, Gondomar, Canido, Chapela y O Porriño estuvieron más próximas a Vigo porque desde ellas o hacia ellas circulaban los tranvías que tenían en nuestra ciudad su salida y su destino.

Los tranvías marcaron los días y las horas durante más de medio siglo en nuestra ciudad. Desde O Seixo hasta la misma orilla del mar, bajaban y subían Urzaiz. Uno se despertaba con el "tranvía de las lecheras", procedente de O Porriño, que a las siete de la mañana ya estaba rodando por las calles más céntricas de Vigo. Los tranvías, con frecuencias de diez a quince minutos, no dejaban de circular hasta las once de la noche, hora a partir de la cual comenzaba a funcionar el servicio nocturno, con frecuencias de media hora en las líneas de Bouzas, Chapela, Cabral y Pereiró, siendo las últimas salidas del centro de la ciudad hacia el extrarradio a la una y media de la madrugada.

En ese "Vigo-metropolitano" mucho tuvo que ver el tranvía de Baiona, también llamado "ferrocarril eléctrico Vigo-La Ramallosa" que, inaugurado en 1926, ponía al alcance de industriales, domingueros y veraneantes la orilla sur de la ría de Vigo comunicando la ciudad con lo que podíamos llamar el "hinterland económico-turístico" del "Val Miñor".

Medio siglo después de haber comenzado a rodar, poco antes de que sonaran las doce campanadas que anunciaban el nuevo año de 1969, los tranvías de Vigo fueron llegando uno a uno, cansinamente, a la estación de A Florida para rendir su último viaje.

Los coches de los tranvías se incendiaron en el interior de unas cocheras en ruinas. Se fueron pudriendo al sol como viejos elefantes en el "cementerio" que llegó a ser la estación de A Florida. Murieron sin que existiera por parte de las autoridades locales la más mínima sensibilidad para conservar alguno de aquellos tranvías como patrimonio ciudadano.

*Historiador y secretario del Instituto de Estudios Vigueses