El mazazo más duro se lo asestó la vida a Israel una madrugada de 2006. Conducía por el Corredor do Morrazo cuando un animal irrumpió en la calzada. Al susto le siguió un torrente fugaz de imágenes: un volantazo que lo lanzó al carril contrario, otro coche que circulaba en sentido opuesto... Y el golpe fatal. Él quedó en coma. El otro conductor falleció en el acto. Durante cerca de 30 meses, Israel -de 38 años- encaró una exigente rehabilitación. Su dura experiencia la escucharon ayer -de labios del propio afectado- una decena de menores de edad de la provincia que arrastran diversas infracciones; entre ellas hay graves imprudencias al volante, como coger ciclomotores bajo los efectos del alcohol o conducir sin licencia.

El encuentro entre los diez menores -nueve chicos y una adolescente- y cinco hombres con lesiones cerebrales sufridos en accidentes similares al de Israel es posible gracias a la suma de fuerzas del colectivo Arela, de apoyo a la infancia y la juventud, y la asociación de daño cerebral Alento. "Queremos concienciar a los chicos que acuden al programa", explica Gonzalo Miranda, gerente de Alento. Con las reuniones en la sede de Alento, en el barrio de Navia, -apunta Julio Barreiro, director del centro Arela en Pontevedra- se busca "anticiparse al problema". A través de las historias de los usuarios y voluntarios de Alento, los menores comprueban la importancia de la responsabilidad o las trágicas consecuencias de un siniestro.

"La colaboración empezó en 2002 con chicos de Arela que acudían a Alento de forma individual para prestar servicios en beneficio de la comunidad", recuerda Barreiro. El buen resultado de aquella primera experiencia animó a los dos colectivos a ir un paso más allá y organizar hace cuatro años el primer encuentro de grupos. Desde entonces han "sensibilizado" ya cerca de 60 menores. "El objetivo se cumple desde el minuto cero... Los chicos escuchan las historias y se conciencian", apunta el responsable de Arela. Prueba del éxito es que "el 85% de los jóvenes no reincide" mientras participan en el programa. Adolescentes hubo que decidieron colaborar como voluntarios en Alento.

María -nombre ficticio- tiene 17 años y es una de las menores que ayer participó en el encuentro. Tras escuchar el testimonio de las personas que habían padecido daños cerebrales tras sufrir un accidente se reconocía "impresionada". "Es muy duro escuchar todo lo que han tenido que pasar... Ahora siento más coraje para no coger el coche ni de coña en ciertos casos". El mensaje no solo ha calado en ella. "Pienso comentarlo también con mis amigos", apostilla. El testimonio de los usuarios de Alento permite a los jóvenes como María -muchos enfrentados con sus padres- entender también la importancia de la familia. "Siempre está ahí y más en esos momentos", zanja la adolescente.

El encuentro también es positivo para los usuarios de Alento, que ayer, además de charlar con los jóvenes de Arela, compartieron con ellos un partido de bocha y un taller para elaborar pulseras de cuero. "Es muy importante que puedan compartir sus experiencias", explica Mira. Israel coincide en el valor de la iniciativa. "He visto en los chicos interés; yo creo han captado el mensaje que pretendíamos transmitirles", reflexionaba tras la reunión. "Asociaciones como Arela, que atienden el importante problema del daño cerebral adquirido son claves", alerta.

Barreiro advierte del valor de iniciativas para atajar actitudes que puedan derivar en siniestros. Según detallan los expertos no hay un perfil de conductores que ocasionan accidentes, si bien sí influyen el sexo -los hombres implicados triplican a las mujeres- o la agresividad.