Apenas unos segundos fueron suficientes para cambiar la vida de cinco familias. Un naufragio que se vive entre el abatimiento por la certeza de haber perdido a un ser querido y la dramática espera por quienes aún no han sido rescatados.

La familia del marinense Manuel Domínguez Mallo afronta con entereza esta última situación. Uniéndose en la adversidad, sus padres, hermanos y sobrinos esperan, prácticamente sin esperanzas, a que una llamada confirme sus augurios. "Ojalá aparezca, por lo menos queremos enterrarlo", dice su padre, también Manuel, mientras se ocupa de hacer algunas tareas por casa. "Trata de distraerse, estamos todos bastante mal", agrega Josefa, la hermana mayor de este vecino del barrio de la Cuesta. Es el tercero de cinco hijos de una familia muy vinculada al mar, como es el caso del progenitor y de uno de sus hermanos. Hasta ahora nunca habían soportado una tragedia como ésta. "Hay muchos hogares que la han pasado, pero hasta ahora nosotros no", apuntaban emocionados.

A unos 15 kilómetros, en Barro, la incertidumbre se convertía en dura realidad para Loli Carabelos, la mujer de Alejandro García Castro, el patrón de costa, y los dos hijos. Convertido en abuelo hace unos meses, sus allegados lamentaban en San Antoniño la pérdida de "un hombre que se hacía querer, muy conocido por todos" . La destrozada familia, parientes y amigos velaban ya ayer por la tarde el cadáver en el tanatorio municipal.

La comunidad marroquí de Marín recibía consternada la noticia de la muerte de Hassan Boudra, el más joven de los fallecidos en el trágico accidente del Mar del Marín, que contaba 39 años de edad. Vecinos y amigos se reunían en el piso de la calle Concepción Arenal en el que Boudra vivía con su familia, tras conocer el falta desenlace del naufragio, para acompañar a su desconsolada viuda, que solo era capaz de hablar para pedir el cuerpo de su marido. Los amigos y familiares explicaron que una vez que reciban el cadáver será trasladado a su localidad de origen, Safi, en la costa de Marruecos.

Sin conocer todavía el paradero del ghanés Alexander Nketiah, sus compañeros de piso y un familiar que también reside en Marín, esperaban angustiados cualquier noticia del marinero. Originario de la localidad de Apam, en Ghana, Alexander Nketiah tiene 56 años de los que ha pasado la última década viviendo y trabajando en Marín. En su lugar de origen tiene mujer y tres hijos, cuyas fotografías constituyen prácticamente el único adorno de las paredes de su habitación, en un piso compartido de la calle Ezequiel Massoni.

Desde Serra Nacente, en Cangas, se veía ayer atracado, en el muelle de Vigo, al Baltic Breeze, casi visible desde la misma casa del número 45, en donde residía el marinero fallecido Carlos Santos Villar. Sus hijos de 6 y 4 años intentaban entretenerse como si fuera un día habitual, ajenos, por su corta edad, a la tragedia, que sí se reflejaba en el rostro de su madre, Mari del Carmen Faro, de solo 27 años. A las ocho de la mañana, un excompañero de su marido y el armador acudían al domicilio a comunicarle el fatal desenlace y desde A Cañiza, de donde ella es natural, empezaron a llegar numerosos familiares para apoyarla. Su hermano José Antonio Faro recuerda a su yerno como un hombre valiente al que nada hacía echar para atrás. Destaca de él su amor al mar. El suegro del fallecido, Agustín Faro, recordaba sus años de trabajo en una mina en León y cómo él se salvó de un accidente: "Yo tuve suerte, él no". Rita Lorenzo consolaba a su sobrina en la medida de las posibilidades de una familia que ayer estaba rota por el dolor.

El alcalde de Cangas, José Enrique Sotelo, tenía previsto visitar a la famlia en el tanatorio, adonde por la tarde llegaba el cadáver de Carlos Santos: "Este municipio vive del mar y estas circunstancias, desgracidamente,se repiten con cierta frecuencia". Sotelo puso a disposición de la familia la colaboración que se le pudiera prestar desde el Concello.