Un reciente estudio realizado en 13 países europeos, incluida España, demuestra que la exposición continuada a la contaminación atmosférica reduce años de vida. La ciencia se esfuerza en reducir el impacto del desarrollo humano y en esta lucha juegan un papel fundamental las nuevas técnicas de detección. Una investigadora de la Universidad propone optimizar el método basado en la susceptibilidad magnética de las hojas de los árboles teniendo en cuenta el clima y la meteorología de las ciudades.

El trabajo de Isabel Rodríguez, que acaba se ser publicado por la revista Science of the Total Environment, surge de la colaboración entre el grupo de Geología Marina y Ambiental (Geoma) y la empresa madrileña Aretech Solutions. "Querían medir si había transferencia de contaminación desde la capital a Pozuelo utilizando las hojas de plátano y acudieron a nosotros porque Daniel Rey en 2001 había hecho un estudio parecido en Vigo con muy buenos resultados", explica.

Una gran cantidad de contaminantes y metales traza que contiene el aire se asocian a la magnetita, que tiene una alta susceptibilidad magnética -el grado de magnetización de un material cuando se expone a un campo magnético-. La presencia de partículas magnéticas en las hojas se puede utilizar como indicador de la presencia y concentración de metales atmosféricos.

Tras analizar mediante técnicas de espectrometría las hojas de los plátanos madrileños, Rodríguez pudo concluir que no había transferencia de contaminación hacia Pozuelo. Y decidió seguir adelante comparando los datos de distintas urbes del mundo -Madrid, Vigo, Noordwijk, Sofía, Bulgaria, Hong-Kong y Seúl- con el fin de determinar la influencia del clima en la susceptibilidad magnética.

"En las ciudades con menos humedad las hojas contienen más polvo de origen natural o litogénico, que procede de la erosión de la corteza terrestre, y que enmascara la señal magnética. También vimos que en las zonas con mayor aridez las hojas tienden a incorporar con más facilidad metales a su estructura, de forma que no llegamos a extraerlos en los lavados. Por eso proponemos que en el caso de ciudades con una humedad inferior al 70% es recomendable digerir completamente las hojas, en lugar del lixiviado -lavado con ácidos- para extraer todas las partículas", detalla.

Gracias a esta técnica, es posible determinar los cambios en la concentración de los contaminantes: "En Madrid los hacíamos cada mes y pudimos ver cómo la contaminación se acumulaba. La susceptibilidad magnética te permite hacer un seguimiento espacial y temporal para ver qué zonas están afectadas y cómo cambian en el tiempo".

Y es que frente a las estaciones de control del aire, el uso de las hojas de árboles permite a los investigadores contar con muchos más puntos de muestreo y, por tanto, mayor cantidad de datos. "Las hojas se pueden recoger casi todo el año y los análisis de las propiedades magnéticas son muy rápidos", añade.