Al principio fueron sus costumbres: forma de vestir, refinamiento en sus modales, actividades sociales. Después su complicidad con la ciudad: matrimonios de hermanamiento, implicación con nuestros estamentos básicos, sociedades cultural-recreativas, iglesia anglicana, etc. Un legado que brotó en el Vigo decimonónico e inoculó como forma de vida en la clase media burguesa. Corría el año 1873 y el Cable Inglés se establece en Vigo situándonos a la vanguardia de las telecomunicaciones. Nuestra ciudad era una villa de apenas 13.000 habitantes y, aunque nuestro puerto ya era frecuentado por buques de todas las nacionalidades, no teníamos una colonia extranjera numerosa ni estable.

Con la llegada de los ingleses, a través de la The Eastern Telegraph Company Ltd., además de un elevado número de ciudadanos con familias británicas, se establece en la urbe la mayor empresa mundial de telecomunicaciones, algo sin precedentes hasta esos momentos.

Gran Bretaña, gracias a sus vastos imperios coloniales, era por estas fechas la mayor potencia económica mundial, y entre su clase media se palpaba un gran bienestar social. Sus costumbres victorianas, entre las que predominaban las culturales y deportivas, son transmitidas a un Vigo que comenzaba a despegar económica, cultural y demográficamente. Sería a través de las sociedades locales de moda, como el Casino, La Oliva o La Tertulia Recreativa, donde comienza a germinar la modernidad y refinamiento europeo del momento

La afición a la buena lectura, con autores literarios de moda como Charles Dickens, las hermanas Brontë o Lewis Carroll comienzan a tener también adeptos entre los jóvenes vigueses. Era costumbre en estos autores publicar sus novelas por capítulos mensuales en revistas, siendo esperadas con auténtica ansiedad por los jóvenes británicos asentados en la urbe. Revistas y periódicos de referencia como The Times o The Daily Telegraph se podían adquirir en diferentes puntos de venta dentro de la ciudad. Entre estos, destacaban los que estaban situados en los elegantes cafés concierto, como el Suizo de la calle del Príncipe o el Colón, que comenzó su andadura en el edificio Casa Bárcena, donde el Cable Inglés tenía sus oficinas, y terminó en un bellísimo edificio Ad Hoc de la calle Velázquez Moreno.

También la puntualidad británica, seña de distinción y buen gusto de esta sociedad victoriana, cala entre nuestros ciudadanos, siendo el reloj electromecánico del Cable Inglés el que llegó a marcar la hora para toda la ciudad. Incluso llegó a ser popular la frase entre todos los vigueses de "Llevo la hora del Cable", haciendo con ello referencia al distinguido estatus que pretendía alcanzarse.

Y que decir de los deportes de campo como el fútbol, tenis o rugby. El equipo del Exiles Vigo F.C., que es así como se denominaban los ingleses del cable cuando se enfrentaban con sus compatriotas de la Escuadra de guerra inglesa, ostenta el privilegio de ser el primer club de fútbol de España, desmitificando la creencia de que fue en Huelva donde comenzó la práctica de este deporte.

Desde el punto de vista tecnológico y a través de los cinco cables submarinos que comenzaron su actividad bajo el recinto amurallado de las baterías, Vigo se convirtió en referencia de la Europa de las telecomunicaciones. Esto también hizo prosperar una inusual actividad en el puerto gracias a los buques cableros y los depósitos de cable que se construyeron en un principio en la dársena del Berbés. La información era analizada durante las dos guerras mundiales en las oficinas del Cable como avezado instrumento del que se presumía incluso en los periódicos locales, siendo nuestra ciudad punto prioritario dentro del territorio nacional donde el S.I.S. (Secret Inteligent Service) tenía asentados varios colaboradores, conocidos durante la II Guerra Mundial como MI6.

*Autor del libro Vía Vigo, publicado por Estudios Vigueses