Buen humor, carácter decidido y siempre medio vaso de vino tinto en la comida y en la cena. Estos son algunos de los "ingredientes" secretos para que la abuela de Vigo, Laura Vázquez, cumpla hoy 104 años en plenas facultades mentales y con un estado físico tan envidiable para su edad que no emplea bastón "porque es de viejos". La otra abuela de Vigo es Gregoria "Goyita" Sáez, que cumplirá el próximo mes los 106 años en la residencia donde vive.

Esta mujer, natural de Oroso (A Cañiza) reside desde hace 8 años en Vigo, ciudad en la que ya pasó parte de su juventud trabajando como niñera de los cinco hijos de Eduardo Cabello, el ingeniero director de la Junta de Obras del Puerto, presidente del Náutico en una de las etapas más decisivas de la sociedad e Hijo Adoptivo de la ciudad desde 1930 por su trabajo a favor de ella.

"Cuando vine a trabajar aquí, antes de la Guerra Civil, Vigo no era más grande de lo que es actualmente A Cañiza", explica Laura, que recuerda en su memoria fotográfica una urbe con "infinidad de campos, tranvía y muy pocos coches circulando". Durante aproximadamente una década vivió en las casas de la familia Cabello en Bouzas y Peniche junto a su prima, que trabajaba como doncella, y su tía, la cocinera. "Los pequeños eran encantadores y muy educados, y los padres siempre se portaron muy bien conmigo, no tengo queja alguna", comenta. Fueron años en los que veraneaba en la casa que la ilustre familia alquilaba en la playa de O Con (Moaña) y que recuerda con absoluto detalle. "Cruzábamos la ría en dos barcos propiedad del señor Eduardo, en uno iban ellos y en otro el servicio. Recuerdo que una vez tuvimos un pequeño accidente al llegar a Vigo por culpa del patrón, que se despistó al timón", comenta. Las tardes en la playa de Samil eran otra de las costumbres de los Cabello, y Laura acudía para ocuparse de los infantes. El estallido de la Guerra Civil le cogió en Vigo: "Hubo momentos de miedo, en una ocasión una bala me pasó tan cerca que me rasgó la ropa", detalla.

Este fue seguramente el único periodo de su vida en el que se alejó de su querida y única hermana Alicia, dos años menor, y de su vecina y gran amiga Adela, fallecida a los 105 años y a quien quiere superar en longevidad. Ninguna de las dos hermanas se casó y juntas vivieron en su humilde casa natal de Carballeiras hasta que, con 93 años y de forma repentina, Alicia falleció. Desde entonces Laura vive en casa de Maribel, la hija de su prima, al borde del monte vigués de O Castro. "Me trata muy bien y me cuidan. Yo me adapto a todo. Estoy feliz", reconoce. Sin embargo, sus primeros meses en la ciudad olívica no fueron fáciles.

Buen apetito y mejor carácter

"La pobre estaba muy deprimida por la muerte de Alicia y fue un cambio muy drástico venir para Vigo, pero estaba sola y yo le había prometido a mi madre que me ocuparía de ella", explica Maribel. Junto a ella y su marido Laura lleva una vida tranquila; "Duerme como una rosa, se despierta sobre las 9.30 horas y ella misma se asea y se viste. Pasa mucho tiempo en la terraza y a la hora de comer da gusto, nunca le falta el medio vaso de vino tinto ni la sopa o la crema de verduras a la noche. Además, es una persona con muy buen carácter y muy decidida, le encanta participar en toda conversación que haya y ser el centro de atención", resume. Su buen apetito se dispara todavía más si en la mesa hay torrijas de vino o marisco. "Comería nécoras todos los días, eso si que no hay en A Cañiza", bromea.

"Laura siempre fue la defensora de las causas justas. Luchó para que durante la guerra liberasen al marido de su amiga Adela y llegó a enfrentarse a un cura. Con lo pequeña que es nunca nada le echó para atrás", resume con orgullo Maribel, su auténtico ángel de la guarda.