Durante varios días consecutivos de mediados del mes de julio de 1928 y en un discreto rincón del periódico, aparece el siguiente anuncio: "VENDO la Casa de Rosalía de Castro, con huerta frente a la estación de Padrón (Coruña) en veinte mil pesetas al contado. Detalles: - M. Bueso, López de Rueda, 10, Madrid".

El anuncio dio pie a un comentario de PPKO quien bajo el título ¡Pobre Rosalía de Castro! se preguntaba si era preciso ser romántico para que la lectura de la anterior noticia nos llenara de amargura pues la casa de Rosalía, en la que escribió sus mejores poesías "se ha puesto a la venta, como si el inmueble careciese de historia".

Esa casa, en la que vivió la eximia poetisa y su marido, el gran D. Manuel Murguía, "que nos enseñaron a sentir el amor a la terra meiga, está en vísperas de pasar a manos del mejor postor o a las del más afortunado oportunista". Consideraba que la cosa, en sí, era bien triste "y dice muy poco en favor de nuestra cultura regional y hasta de nuestro sentimentalismo por la tradición".

Porque la casa estaba a la venta y no hubo, excepto la Revista Céltiga, de Buenos Aires que por suscripción popular tenía reunido en el mes de febrero 2.570 pesos para su adquisición, quien en Galicia se ocupase de este asunto.

Y se preguntaba: ¿No habrá aquí 200 gallegos o admiradores de la exquisita poetisa, que quieran desprenderse de cien pesetas cada uno para comprar esa casa y convertirla en Museo regional, en Biblioteca de autores gallegos o en Reliquia, que para todo sirve y es digna, bajo la dirección de un romántico gallego, que sirva para mostrar al mundo como glorificamos a los poetas de la Raza, a los cantores de nuestra fala.

Justo 25 años después, en 1953, FARO entrevistaba en su casa de A Coruña a Gala Murguía, tercera, y única viva, de los hijos de Rosalía. Antes habían nacido Alejandra y Aura. Ovidio, su gemelo, y después nacieron Amara y Adriano. Éste murió de pequeñito a consecuencia de un descuido de la criada.

Gala recordaba los últimos años de Rosalía en la Casa da Matanza: "Mi madre, no pudiendo soportar el extravagante carácter de nuestro pariente, el poeta don José de la Hermida y del Castro, señor de la Torre de Hermida, en Lestrove, donde vivíamos, se trasladó con nosotros a la Casa de la Matanza, donde seguimos viviendo hasta su fallecimiento".

Y recordaba también que contra lo que se había venido repitiendo "mamá no escribía en la mesa de piedra del Jardín de la Casa de la Matanza ni en la que esta bajo el madroño de Lestrove. "Parece que aún la estoy viendo sentada en su mesa de trabajo o en el balcón, contemplando absorta el paisaje aquél que le arrancó esta sentida exclamación: ¡Cuán hermosa es tu vera Oh, Padrón! ¡Oh, Iria Flavla!"...

Recordaba también perfectamente el entierro: Mi hermana Alejandra colocó una corona de pensamientos sobre el cadáver, y nosotros bajamos al jardín a cortar heliotropos, la flor preferida, con los que rellenamos el ataúd. Recuerdo que papá, de rodillas delante del cadáver, lloraba como un niño.

La Casa

Poco después de la muerte de Rosalía, la Casa de la Matanza queda vacía. Después de varios intentos fue adquirida en 1946 por Xosé Villar Granjel y Xosé Mosquera.

Hasta 1951 no se realizó la primera restauración, según planos de Gómez Román. Pero fue a partir de la presidencia de Sixto Seco cuando en 1971, bajo la dirección de Fernández-Albalat, se pudo inaugurar como Casa-Museo el 15 de julio de ese año.

Desde 1970 se fueron adquiriendo otras propiedades además de la Casa y de la Huerta. En 1975 se inauguró una vivienda para Maruxa Villanueva,la encargada de la Casa-Museo, una Sala de Juntas, un Archivo de la Fundación y servicios públicos.