Las bibliotecas de todo el mundo se alejan del modelo de Alejandría, a saber, una colección inmensa al alcance de unos pocos privilegiados. Las nuevas tecnologías han cambiado la forma de generar y también de acceder al conocimiento y las universitarias ya no solo albergan libros, sino que forman y ceden sus espacios a un usuario -investigador y estudiante- con nuevos hábitos. En la última década, los préstamos en papel dentro de la institución viguesa se redujeron un 51% mientras la oferta de libros electrónicos, que experimenta un "imparable ascenso", pasó de cero a más de 10.000 títulos. Además se adquirieron 13.300 nuevas revistas on line y se duplicaron los cursos de formación para aprender a acceder y gestionar la ingente cantidad de información que circula por la red.

Estas estadísticas se inscriben en una tendencia global. Un reciente informe de la asociación que aglutina a las mayores bibliotecas de investigación de EE UU y Canadá (ARL), la gran mayoría universitarias como Harvard o Yale, señala que desde los años 90 el histórico modelo griego de acumulación del saber ha dado paso a nuevos roles y revela cómo la participación de estudiantes en cursos creció hasta 2011 un 131%, mientras los prestamos de papel cayeron un 37%.

"Antes las bibliotecas estaban orientadas a la lectura, pero ahora se enfocan más hacia la escritura o reescritura de la ciencia y el conocimiento. La vida de los usuarios ha cambiado en 10 años y también la nuestra. Ya no ofrecemos solo una colección, sino que tenemos un papel como asesores y como espacio", destaca Gerardo Marraud, director de la Biblioteca Universitaria desde 2002.

Dentro de esa labor como consejera, durante el año pasado se impartieron 108 actividades de formación que incluyeron cursos para dar a conocer los servicios, sesiones específicas sobre recursos electrónicos y seminarios "a la carta" en los que un profesor enseña a sus alumnos el uso de determinadas aplicaciones como los gestores para crear y almacenar sus propias bibliografías.

"Hoy ya no es suficiente con leer o escribir, hay que saber utilizar las redes sociales y blogs y también calibrar qué información es fiable. Recientemente hemos empezado a ofrecer formación a través de píldoras de conocimiento (pequeños vídeos formativos) disponibles en la UVigo TV y también formamos parte de UniCI2, una red de universidades para cooperar en la formación de competencias", explica Marraud.

La Biblioteca también es un importante aliado para los investigadores, cuya autoridad científica es directamente proporcional al número de artículos publicados en determinadas revistas y, a su vez, esta producción resulta determinante para que las universidades escalen en los rankings. "Damos apoyo a los grupos y hemos realizado informes puntuales para asesorarles sobre cómo mejorar su impacto y saber qué publicaciones son las más interesantes", señala.

Y si antes las bibliotecas acumulaban sabiduría en papel ahora se convierten en las garantes de que toda la información virtual generada por los investigadores sea preservada para el futuro. En este sentido, Vigo estrenará a final de año Investigador, un repositorio institucional de acceso abierto en el que los miembros de la universidad podrán depositar sus tesis, artículos, libros o presentaciones en congresos. "Será nuestra memoria investigadora", destaca Marraud.

Adquisición de fondos

Aunque la creación del consorcio Bugalicia a finales de 2001 marcó un punto de inflexión para las 3 universidades gallegas -a través de él se contrata el 60% de la oferta digital-, los presupuestos en Vigo se redujeron en gran medida en 2010 y las hojas de cálculo son hoy una "herramienta de primera necesidad" en la gestión: "La financiación se ha mantenido en los dos últimos años pero los precios aumentan y esto nos obliga a ser aún más selectivos. Una inmensa parte del presupuesto es para recursos que nuestros usuarios nos han pedido".

Antes de la crisis, las universidades incrementaron sus fondos electrónicos gracias a la compra de una inmensa cantidad de títulos en paquetes -el llamado big deal de las editoriales-, pero al final solo un pequeño porcentaje de ellos son de interés para los investigadores. "Y otro problema es el uso, para mí lo razonable son más de 50 descargas al año", opina Marraud.

Para reducir gastos, se han tenido que renegociar paquetes y prescindir de varios de ellos y actualmente se plantean contratos conjuntos para todo el sistema español. Además de Bugalicia, Vigo adquiere sus propios fondos electrónicos mediante convenios abiertos con otras universidades.

La solución a este gasto serían las revistas o repositorios de acceso abierto, recogidos en la Ley de Ciencia, pero todavía queda mucho camino por recorrer. "Hay un mandato para que los investigadores difundan sus trabajos en abierto pero, al mismo tiempo, los sistemas de evaluación utilizan revistas con factor de impacto y la mayoría de ellas son de pago. Además, mantener una revista de acceso libre es muy costoso. Los autores tienen en su mano que triunfe", reflexiona.

El catálogo de fondos de papel también ha aumentado, aunque muy por detrás de los digitales. Sin embargo, los préstamos de libros a universidades de todo el país crecieron hasta un 54%. Otra tendencia global que además contribuye a capear la crisis.