Los premios no le sacan los colores y, ni mucho menos, las ganas de trabajar. A las diez en punto, como cada día desde hace casi medio siglo, Isabel Seoane se levantó ayer temprano en su casa de Arcade, vino hasta Vigo, se puso su bata blanca, ordenó las cajas de ostras que su marido José se encargó de ir a comprar a Cambados y colocó los platos sobre la mesa del puesto que regenta en la calle Pescadería donde antes habían trabajado su abuela Elena y su Madre Amparo. Es la única ostrera histórica en activo. Isaura Pérez y Mª del Carmen Rodríguez ya no ejercen, mientras que Hermitas Bouzón ya falleció. María Seoane, hermana de Isabel, acude solo de vez en cuando para ayudar. Ayer no era un día muy ajetreado, pero sí decidió ir a echar una mano. "Había que celebrarlo y salir en las fotos. Un premio así no se recibe todos los días", bromeaba en relación a la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo que les acaba de conceder a todas ellas el Consejo de Ministros por convertirse en un "referente de calidad" de las ostras que comercializan y por su "conducta socialmente útil y ejemplar" en el desempeño de su profesión.

"Estoy muy orgullosa. Este tipo de reconocimientos te animan a trabajar todavía más y mejor. Llevamos aquí muchos años y lo único que pedimos siempre fue que se portaran bien con nosotras y así ha sido. No tenemos ninguna queja. Ahora incluso tenemos neveras, estamos cubiertas... ¡qué más se puede pedir!", enfatizaba Isabel Seoane, quien agradeció al vigués José Manuel Tobío sus incesantes peticiones para que se les otorgara dicho reconocimiento. "Se lo merecen. Tienen un trabajo muy sacrificado, histórico y son ya todo un referente de Vigo", destacaba ayer este vecino del Casco Vello.

Aunque Isabel es la última ostrera veterana en activo, no es la única que trabaja en A Pedra. Dos puestos a su izquierda está Fernando Martínez, sobrino de otra histórica ya retirada: Mª Carmen Rodríguez. Aunque coger el testigo del oficio familiar también tiene mérito, él delegaba ayer todo el protagonismo sobre ellas. "Fueron las que hicieron de esta profesión mucho más que un trabajo. Forjaron una imagen emblemática de la ciudad con su tarea diaria y sufrida. Ahora el trabajo es más cómodo, pero doy fe de que es una labor muy sacrificada en la que estás expuesto a diario a las inclemencias del tiempo", decía ayer casi tiritando de frío por el fuerte viento que azotaba en Pescadería. "A ver si nos tapan esto de una vez", pedía.

El mal tiempo no contribuyó ayer a que las ostreras pudieran celebrar la distinción con muchos clientes. Pero Isabel, rauda y veloz, se apresuró a tirar de hemeroteca para presumir. De una carpetilla sacó un folleto con multitud de imágenes de Galicia y en un idioma indescifrable: japonés. Entre todas las instantáneas destacaba una: ella en su puesto de la calle Pescadería. "Me lo regalaron unos turistas japoneses que vinieron a propósito. Me vieron en la guía de su país y cuando estuvieron aquí vinieron a buscarme. Y me encontraron. A mí me hizo una ilusión enorme ver que éramos famosas hasta en Japón", comentaba Isabel. "Es que somos lo más bonito y emblemático de Vigo ¿o no?", presumía con gracia su hermana María al mismo tiempo que intentaba captar a un grupo de turistas para que degustaran las ostras.

Confiesan que el negocio flaquea con la crisis, pero aseguran que no corre riesgo de desaparecer. Fernando cogió el testigo de su tía; e Isabel todavía no piensa en dejarlo. Para entonces -confiesa- asegura que tendrá quien le coja el testigo. "Mientras haya ostras, habrá ostreras ", decían al unísono.