David Reboredo aprieta con fuerza la mano de su padre. Sentado en el sofá del salón familiar -en un tercer piso de la calle Sagunto- rasga con los dedos la ceguera que padece el anciano desde los años 90. Por primera vez en tres meses el gesto escapa al frío que rezuman los muros de A Lama. A su izquierda Liliana Atanasio, su novia, con quien convivía en la calle Talude hasta que una sentencia judicial tronzó el futuro, le toma la otra mano. En el pasillo se acumulan las visitas. El teléfono no da tregua. Desde primera hora David está un paso más cerca de la ansiada libertad.

En un giro de los acontecimientos con el que apenas se atrevía a soñar desde su celda de Monte Racelo, Interior le acaba de otorgar un segundo grado con la flexibilidad del artículo 100.2 del Reglamento Penitenciario; la "semilibertad". Ayer mismo disfrutó de sus ventajas: a las nueve y media atravesó el portalón del penal de A Lama en el coche de su hermano Manuel Jesús y su cuñada rumbo Vigo. A las cuatro y media de la tarde entraba con dos maletas en el Centro de Inserción Social (CIS) Carmen Avendaño, su nueva morada. De allí saldrá a diario para recibir terapia en la Fundación Érguete y El Imán-Cedro. Los fines de semana alternos se trasladará a su hogar.

"En estos dos últimos días todo ha pasado muy rápido" , recuerda Reboredo. Tras ingresar en A Lama el 5 de diciembre de 2012, las últimas horas apenas le han dado tregua para digerir las novedades. El viernes el Consejo de Ministros le otorgaba un indulto parcial que recortaba su condena de cinco años y medio a dos. Ayer Instituciones Penitenciarias le comunicaba que ese tiempo podrá pasarlo en el CIS de Avenida de Madrid. "Estoy muy contento, feliz por ver a mi familia, a mi pareja, a mi gente...", confiesa David con una sonrisa en los labios.

La emoción le puede. A los cinco minutos en el sofá ignora el micro y la cámara y se funde en un abrazo con Edmundo, su padre, y Liliana. Su cariño le mantuvo a flote en la cárcel. "Entré con mucha fuerza por el apoyo que tenía... Por eso, a pesar de estar encerrado, siempre tuve el ánimo bastante alto", recuerda David, quien reconoce que "los momentos más duros" llegaron con la Navidad. "Recibí cartas de gente que no conocía de nada y eso me llegó al corazón. Gracias a todas esas muestras no decaí", se sincera quien llegó a "temer" por su rehabilitación.

La familia de David fija la vista ahora en lograr el indulto para la condena de dos años que aún debe cumplir. "Cambió de jaula, pero todavía no es de oro", explica su padre, "confiado" en que el Ministerio de Justicia se pronunciará a favor de la medida de gracia. Guillermo Presa, su abogado, comparte el optimismo y reconoce que "es de lógica" suponer que al ser similares los delitos -por vender papelinas de heroína- también lo sean las resoluciones. De momento el departamento de Alberto Ruiz-Gallardón permanece pendiente de un informe del Tribunal Supremo sobre el caso de David. Esa espera no merma las fuerzas de Edmundo: "hoy vio el sol", apuntaba ayer desde su casa de la calle Sagunto.

Si hay un mensaje que se esmere en imprimir David sobre la piel de su lucha es el de la solidaridad. "Quiero transmitir mi agradecimiento a toda la gente que se preocupó por mí, en la calle y en las redes sociales; gracias a todos. Pero mi caso debería ser una referencia para que haya cambios. Para evitar que quienes fuimos toxicómanos durante años y al fin conseguimos estar bien terminemos en la cárcel", reclama. "Yo luché por mi libertad pero esto espero que sirva para muchos otros que se encuentren en circunstancias parecidas", resalta David con alegría antes de enviar un mensaje de esperanza: "con fuerza se consigue".