Incontables son las veces que la Ribera del Berbés ha servido de tema para pintores, dibujantes y fotógrafos, pero el 16 de marzo de 1928 era el Cronista de la Ciudad, Avelino Rodríguez Elías quien hacía una semblanza del barrio a través de tres imágenes correspondientes a un siglo antes, a finales del XIXC, en plena infancia del Cronista y ese mismo año.

Y es que aquella barriada, lo más típico y viejo de la urbe viguesa, tiene tal encanto, que ninguno de aquellos artistas que la ven, deja de sentir el deseo de reproducirla, con el pincel, con el lápiz o con la cámara oscura.

Hay quien ve la barriada del Berbés tal como ella es y nosotros la vemos, y quien se ofusca con su típica belleza, y la ve a la manera y medida de su temperamento.

Por ejemplo, un pintor de ardiente temperamento, vio la Ribera del Berbés en una tarde de sol estival, y al trasladar a la tela cuánto le entró por los ojos, hizo un derroche de rojo y amarillo, menos amarillo que rojo, y aquello resultó una borrachera de luz, de sangre, ¡de horror!... Trabajo nos costó reconocer la Ribera en las páginas de una revista madrileña, donde como tal Ribera aparecía. En verdad que aquello era el Berbés... Pero a través de unas gafas de cristales rojos.

Otro ejemplo de transmutación de nuestra Ribera, lo da el dibujo que reproduce el primero de los fotograbados que forman la ilustración de este trabajo.

De dibujo a litografía

Ese dibujo, transformado en una iluminada litografía, le fue regalado en Inglaterra a D. Estanislao Duran. Y este señor nos lo ha facilitado para su reproducción.

Desde luego se ve la mano del artista en ese dibujo, ya que la ejecución es como de quien sabía lo que traía entre manos. Pero el autor, que sin duda era inglés, tradujo un poco lo que vio, como puede verse por la silueta de los montes, tanto el del Castro como los que aparecen. en el fondo, y que sin duda son el Alba y el Galiñeiro.

El convento y templo de Santa Marta, hoy de San Francisco, son tal y como en el dibujo se ven. O eran, mejor dicho, porque ese dibujo debe de tener próximamente un siglo de existencia. Y al pie del antiguo convento franciscano aparece el antiguo matadero, obra de don Norberto Velázquez Moreno. Está bien. Pero al lado del macelo, hay unos edificios que el dibujante presintió, porque no existían pero que estuvieron en proyecto.

Don Norberto pensó construir allí una casa de baños, pero no pasó la cosa del proyecto. Es decir, sí, pasó, porque aún se llegaron a poner los cimientos. Y nada más. Luego, aquellas embarcaciones, no son gallegas, sino lusitanas.

Y por todo ello resulta esa vista de uno de los aspectos del Berbés, traducida en parte al inglés y con toques de portugués.

Pero de todos modos, el dibujante ha hecho una versión de nuestra Ribera muy bonita, prueba de lo que la belleza de aquel paisaje le impresionó.

El segundo grabado

Y ahí queda cómo vio un inglés nuestra típica Ribera. Como la hemos visto nosotros en la infancia, es cosa que revela el segundo grabado.

A un extremo el convento que el extranjero copió: al otro, la Puerta de la Ribera.

Y esta parte es la que aparece en la fotografía, edición Eugenio Krapf, que nuestro fotograbador trasladó al zinc. De la Puerta de la Ribera, que los marineros del Berbés, animadas por los frailes de Santa Marta, asaltaron en el atardecer del 27 de marzo de 1809 solo quedaba la jamba de la parte del mar, y con ella, aquel trozo de muralla, que iba contorneando la playa hasta la batería de la Laje.

Detrás de la muralla, aquella casa que aún existe y en cuyos bajos empezó a ejercer el gobierno de sus fieles súbditos, el Gran Duque del Berbés y de la Cabra. Y si en aquel tiempo eran efectos navales los que allí se expendían, efectos navales se expenden hoy.

Los "peiraos" todavía eran bañados por el mar cuando la marea crecía. Y si el temporal agitaba las aguas del Océano, no se contentaban las olas con llegar hasta el interior de los soportales, sino que a las veces también sabían ascender por las escaleras de aquellas humildes casas de laboriosos y siempre honradas pescadores, cuya sangre corre por las venas de tanto y tanto vigués que del Berbés ha desertado.

Cuando la marea era baja, en la propia arena del ancho playal se establecía aquel mercado, con subastas en corro, que fue la base para la moderna Lonja de Contratación del Pescado.

No venía entonces la sabrosa mercancía en vapores, traineras ni motoras: faluchos, lanchas y botes eran los vehículos que empleaba nuestro pescador, sin otro motor que la vela de recia lona o su fornido brazo. Y he ahí, en el grabado, tal como nosotros veíamos las pesadas embarcaciones en los días lejanos de nuestra rosada infancia.

De faluchos a vapores

Hoy... He ahí el tercer tiempo de estas variaciones sobre motivos del Berbés, Los faluchos han desaparecido; las lanchas volanteiras ya casi no se ven; los botes fueron sustituidos por los rakús... En cambio, los vapores y las motoras lo llenan todo.

El tercer grabado muestra uno de los días de tráfico abundante en la Dársena del Berbés. Los vapores se amontonan en forma tal, que parece imposible puedan salir de aquel atolladero. Pero no hay miedo, pues en cuántico que la carga de cada uno ha sido cantada y subastada en la Lonja, y el tripulante que llevó la muestra a la Bolsa de contratación vuelve a bordo, el vapor sale fácilmente de aquel maremagnum o "mare nostrum", sin el menor tropiezo, que es mucha la pericia de nuestros patrones para empacharse con tan poca agua.

Y ahí quedaron comentados por el Cronista de la Ciudad, los tres grabados que se ofrecía en la página y que representan otros tantos aspectos del Berbés, que se podrían resumir así; cómo vio la Ribera, hace cerca de un siglo, un dibujante inglés. Cómo la vimos en nuestra infancia y cómo la ve la generación actual.