La investigación sobre la población de cetáceos que surcan las Rías entra en punto muerto. Desde que el pasado junio se completó la instalación de la red de hidrófonos en Cíes, Ons y Sálvora, los biólogos han tenido que realizar numerosos rastreos en busca de esos costosos sensores acústicos tras desaparecer, hasta en cinco ocasiones, las boyas que señalizan su posición en la superficie. La Coordinadora para o Estudo de Mamíferos Mariños (CEMMA) -responsable del estudio financiado por el Parque Nacional de las Islas Atlánticas- confirmó ayer que se trata de una acción premeditada "como prueba el hecho de que los cabos que sujetaban esos flotadores aparecieran cortados". ¿A quién puede interesarle perjudicar una investigación científica cuyo único fin es conocer el comportamiento de la colonia de delfínidos asentada en aguas de los archipiélagos protegidos? Desde la coordinadora guardan silencio, pero esta suerte de "vandalismo acuático" ya tiró por la borda varios meses de trabajo.

En estos momentos, de los tres hidrófonos que conforman la red solo está operativo el sumergido en aguas de Sálvora. Los buceadores lograron recuperar el desaparecido en Cíes, ubicado en la isla de San Martiño. Respecto al fondeado en Ons -frente a la playa de Melide- esperarán a una mejoría de las condiciones de la mar para iniciar una nueva búsqueda. "Es una auténtica faena. Hemos decidido replantearnos las ubicaciones y ver cómo podemos hacer para que no vuelvan a desaparecer", admite José Antonio Fernández Bouzas, director del Parque Nacional.

De fabricación británica, los hidrófonos denominados "Porpoise Detector-POD" graban señales de corta duración y tienen un alcance de 500 metros. El análisis de las ondas que captan permite identificar qué clase de cetáceos transitan por la zona, si delfines o marsopas, y hasta el motivo de su presencia, alimentación o apareamiento. Funcionan gracias a una diminuta batería que debe recargarse cada mes, y registran los sonidos en una tarjeta de memoria RAM cuya capacidad también se agota en torno a los 30 días. "Los sumergimos en un fondo de arena de 15 metros pero los sensores están entre 7 y 8 metros. En superficie son muy fáciles de distinguir porque utilizamos boyas amarillas de gran tamaño. Y aunque tengamos su posición grabada en el GPS, tal y como son las aguas aquí y el movimiento de la mar, no siempre resulta fácil localizarlos", explica José Cedeira, responsable del Área de Buceo de CEMMA.

Ni él ni su compañero en la coordinadora, Juan José Dios, logran entender el porqué del boicot a esta investigación. "Sabemos que las zonas donde están los hidrófonos son puntos también interesantes para los marineros, porque suelen atravesar caladeros, y de hecho, están rodeadas de aparejos. Y claro, a veces la convivencia entre pescadores y científicos no es fácil", argumenta el responsable de Acústica.

Todos estos contratiempos no han conseguido arruinar la investigación. "Hemos conseguido recuperar dos meses de grabaciones", apunta con resignación Juan José Dios.