La inauguración del Teatro-circo y el debut de la compañía de ópera italiana "constituyen un acontecimiento capital y de suma trascendencia para Vigo, en las circunstancias presentes" decía la crónica de FARO del 12 de octubre de 1882, hace 130 años.

Situado en la calle del Circo, hoy Eduardo Iglesias, pasó inmediatamente a llamarse Tamberlick en homenaje al tenor italiano que, al frente de su compañía, protagonizó la sesión inaugural.

Se daba tanta importancia a este nuevo local que en la crónica de FARO se hacía acreedores a gratitud inmensa y a imperecedero reconocimiento "a los señores Martínez Villoch, Bárcena y Pérez, por haber dotado a Vigo del edificio que ayer se inauguró, sin reparar en gastos, sin escasear recursos ni sacrificios de ningún género, sin omitir nada, absolutamente nada, de lo que hoy se emplea para que el embellecimiento y el lujo fueran excesivos en un coliseo como el que nos ocupa".

Y es que había sido demasiado larga y dolorosa abstinencia, "que algunos creyeron no tendría término," interrumpida gracias a la actividad y al desprendimiento de aquellos dignos y apreciables convecinos, con una compañía de ópera italiana, que dirige el eminente tenor D. Enrique Tamberlick.

La mayor parte de las localidades del Teatro-circo se poblaron "con lo más escogido y lo más selecto de la sociedad viguesa", presentando a primera vista magnífica perspectiva y produciendo efecto fantástico, lo mismo la alta galería que los palcos principales. La forma del edificio, en conjunto, es buena y satisface todas las exigencias modernas, en los de su clase.

Y aunque no era el día para ocuparse "de pequeños defectos de detalle que noten los inteligentes, y que acaso serán única y principalmente debidos a la precipitación de las obras y a la falta material de tiempo, para que todo llevara el sello de la perfección" si se denunciaba la fachada del edificio señalando que "su aspecto desfavorece y produce funesta impresión". Lo peor eran unas desiguales y pésimas escaleras que, con riesgo inminente y exposición palmaria, conducen a las puertas de entrada.

Por ello se llamaba la atención acerca de este particular "a los señores propietarios del Circo, estimados amigos nuestros". Algunos expertos consideraban que construyendo un muro de sostenimiento a la línea de la calle y terraplenándolo, se formaría un espacioso patio y se podría entrar en el edificio por sus cinco puertas sin subir una sola escalera. Esto, a la vez de prestar comodidad y ningún riesgo a la salida y entrada, serviría de adorno al edificio, pues podría lucir un bonito balconcillo de hierro con pedestales de granito, que sostuviesen estatuas o jarrones.

Las diferentes decoraciones, colocadas ya en el escenario, "denuncian hábiles pinceles, y es indudable que, por ahora, no hay la menor necesidad de aspirar a cosas mayores; todo agrada, y coa especialidad el telón de boca, que por sí solo hace la reputación del acreditado pintor escenógrafo Sr. Muriel".

Las condiciones acústicas del edificio eran inmejorables, "y aunque según se dice, son hijas de la casualidad, lo cierto es que no dejan nada que desear."

No se podía decir lo mismo del alumbrado: "Sea defecto del gasómetro o de las sustancias productoras del gas, lo indudable es que se nota poca luz, y que su proyección es escasa y vacilante. Esperamos de la empresa que esta enfermedad se corrija".

Fue elegida para la primera representación, la ópera en tres actos titulada "Poliuto" o "Los Mártires" creación magna e inmortal del gran maestro Donizetti y una de las favoritas de Tamberlick, que recibió nutridos y prolongados aplausos.

Los coros bien, cantando siempre con afinación y la orquesta admirable. "Creemos que no se puede pedir ni desear más en un Teatro de provincias. Por lo que a Vigo se refiere es probable que no se hubiese oído otra orquesta tan completa, tan afinada y con tan buena organización".