Sin pelos en la lengua y al margen de cualquier tipo de idolatría. Así es Fredy Massad, arquitecto y crítico de esta materia en diferentes publicaciones especializadas. Su discurso, lejos de defender o disculpar los excesos del sector, aboga por acabar con los egos y dogmas característicos de muchos creadores. El especialista expuso ayer su visión en las jornadas que organizó el Laboratorio de Ideas del Colegio de Arquitectos de Vigo con el fin de repensar el futuro de la profesión.

– Las jornadas se plantean si el arquitecto aporta algo a la sociedad, ¿Qué responde usted?.

– Su papel es muy importante y tiene igual o el mismo sentido que antes de esta crisis. Lo que sucede es que para que siga teniendo sentido debe adaptarse a las nuevas exigencias, porque realmente se han quedado desfasados. Es el arquitecto el que tiene que buscar la reconciliación con la sociedad y no al revés.

– ¿Existe entonces un divorcio entre el arquitecto y la sociedad?

– Sí. Los arquitectos han estado trabajando muchas veces por su ego y de forma completamente autista, respondiendo a las necesidades de los políticos y del poder y no a las de la propia sociedad, de la que se desconectó.

– Por tanto, ¿ha pecado la profesión de exceso de ego?.

– En muchas ocasiones sí. La arquitectura está en crisis ideológicamente antes del boom de la construcción, lo que sucede es que la crisis hizo que por fin la profesión comprendiese eso. La realidad es que el efecto Guggenheim se extendió como una pandemia donde cada alcalde y cada pueblo quería tener una obra hecha por un premio Pritzker y el arquitecto fue a favor de esta corriente sin frenarla o sugerir otras opciones menos costosas. Al igual que los políticos, los arquitectos también querían hacer el monumento a su ego.

– Precisamente, el premio Pritzker Thom Mayne va a realizar en Vigo la estación del AVE, ¿Qué valoración le merece ese proyecto?.

– No lo conozco en profundidad. La globalización tuvo puntos interesantes en el sentido de divulgar la arquitectura de otras partes del mundo, pero esos transplantes bestiales para traer a un Pritzker acaban mal, especialmente en España. De esta gente nunca sabes realmente su nivel de compromiso.

– ¿Qué opina de las palabras de Calatrava diciendo que sus honorarios de 100 millones de euros por la Ciudad de las Artes eran moderados?.

– Esas palabras dañan muchísimo al sector. Calatrava es un personaje tóxico que los propios arquitectos deberían apartar de la profesión. Él se cree que el resto de la gente es tonta, es el culmen del vendedor de humo. Precisamente, la Ciudad de las Artes de Valencia es un proyecto desastroso, lleno de caprichos. Es muy buen comerciante pero un inútil respondiendo a los problemas, además, es un especialista duplicando presupuestos.

– ¿Qué le parece la arquitectura desarrollada en Galicia?.

– Hay muy buenos arquitectos gallegos y realmente la pequeña arquitectura, la doméstica, es muy valiosa pero muy poco conocida fuera. El vigués Alfonso Penela sería una buen exponente.

– ¿Se puede obtener una arquitectura de calidad con un presupuesto reducido?.

– Normalmente se trabaja mejor con presupuestos más acotados o al límite. En el boom inmobiliario, muchos arquitectos con un sobre de dinero debajo del brazo que se pasaba de los necesario realizaron sus peores obras. El arquitecto debe recomendar y asesorar, no lo más grande y más caro es mejor. Si Eisenman hubiese sido responsable con la sociedad habría realizado otro tipo de proyecto en la Ciudad de la Cultura, aún manteniendo sus honorarios.

– ¿El "boom" fue negativo en todos los sentidos para la profesión?.

– No todo fue malo, se modernizó mucho la arquitectura española pero no se publicó lo mejor ni se le dio esa fama. La tecnificación, por ejemplo, fue buena. Lo positivo quedó eclipsado por la "ciudades de la cultura" y "Expos".

–¿Qué futuro tiene la profesión?.

– Reconvertirse pero siempre dentro de la arquitectura, una nueva teoría conservadora invita a los arquitectos a realizar otra cosa, pero yo creo que la profesión tiene que abrir fronteras, por ejemplo, en la innovación técnica o el abaratamiento de costes hay mucho por hacer. Lo primordial es realizar una autocrítica fuerte y no para quedar bien. Hay que seguir apostando por la arquitectura y los arquitectos deben generar instrumentos para vivir mejor. Hay salida más allá del espectáculo. Se debe romper con lo endogámico y dejar de ser dogmático.