Complicado resumir una vida tan intensa y tan vivida como la de Francisco Antonio Rey Rivero. Uno de sus hijos, Josiño, señala que "tanto disfrutó de la vida que, a los dos meses de fallecer Piluca, su esposa, con 93 primaveras encima y sus facultades físicas bastante mermadas, llegó a la conclusión de que se aburría. Nunca antes había pronunciado esa palabra. Y dos semanas después nos dejó"...

Rey Rivero estudió música y guitarra en Buenos Aires y le dio tiempo de disfrutar de su infancia, en la llamada Nueva York del sur.

Regresó a Vilanova en 1936, "y se encontró con un pueblo donde los niños andaban descalzos por la calle. Con 16 años se fugó de casa para alistarse en la Marina. Lo encontró un tío suyo en El Ferrol, y lo llevó de vuelta a Vilanova… Meses más tarde lo intentó de nuevo, pero por su edad no lo admitieron, aunque sí en el ejército de tierra, ya con la guerra comenzada".

Sin haber pegado un tiro en su vida "le encargaron que fuese instructor en el manejo de los fusiles y máscaras antigás... El resto de la guerra sirvió de enlace entre tropas y continuó sin pegar un solo tiro. Aún así sufrió heridas de metralla en dos ocasiones".

Terminada la guerra vivió en Barcelona tres años, "donde se enamoró de la ciudad, como le había sucedido con Buenos Aires, de la ópera y de su equipo de fútbol. Esos amores los conservó hasta el final, y se los transmitió a casi toda la familia... pues su hija es del Madrid."

Vuelta a casa

De vuelta en su tierra, con veintipocos años, "obtuvo el título de patrón de costa, y en un galeón recorría los puertos gallegos comprando sardinas para la fábrica de salazón de su padre. Regateó en dornas con su cuñado Julio, se hizo árbitro federado de baloncesto y de hockey sobre patines… Fue concejal en su pueblo y le dio tiempo a frecuentar los bailes del casino de Villagarcía y salir de ronda por las noches, con sus amigos, a cantarle a toda cuanta buena moza conocían en la zona. Incluso se acercaba a Vigo a ver los partidos del Celta, club del que fue socio muchos años".

Piluca, su mujer, recordaba que siendo novios, cuando la iba a buscar a casa, "llegaba tan agotado, que mientras ella se arreglaba un poco, él se quedaba dormido en el sofá de cuero de su futuro suegro... Después de fumarse uno de sus habanos"...

Después de casarse "ya sólo se dedicó a la música, a su familia y a trabajar en Rodolfo Lama".

Desde 1957 dirigió a la coral Casablanca. Años después comenzó a trabajar en las oficinas de Massó, al tiempo que impartía clases de música en el Colegio Hogar de San Roque, y asesoraba a los directores de las corales de Valladares y San Miguel de Oia.

Piluca y él tuvieron cinco hijos, aunque dos niñas fallecieron al nacer por problemas de Rh.

Era aficionado a la fotografía, a la jardinería y a viajar, y le privaba acercarse en una chalana a una batea y pasarse el día pescando con una liña, actividad en la que demostró una gran habilidad, como en otras muchas.

Tenía una memoria prodigiosa. Podía nombrar todas las calles del centro de Buenos Aires, mejor que muchos nativos, y un gran sentido del humor. Era un magnífico contador de anécdotas, "aunque en ocasiones exageraba tanto los hechos, que en su familia llegaban a dudar cuales eran ciertos y cuales no tanto.

Entre otras, contaba el caso de una conocida diva que vino a Vigo a cantar una Traviata, en los primeros años de Amigos de la Ópera. Decía que estaba tan rolliza que difícilmente se podía creer nadie que estaba tuberculosa, y que, en el último acto de la ópera, cuando se tendió en la cama, moribunda, rompió el catre, cayendo al suelo del escenario, para regocijo del público y horror del director"…

Le encantaban las reuniones con amigos, "y sobre todo disfrutaba como nadie de la comida. Todo le gustaba. En sus últimos años, además de dirigiendo alguna coral, como realmente se sentía feliz, era sentado a una mesa, rodeado de su familia". Paco Rey "exprimió la vida como pocos y, de paso, hizo disfrutar a muchas personas que lo conocieron, como músico y como amigo."

Tanta dedicación fue avalada con los premios Reconquista de Vigo, Patrón de la Fundación Gulbenkian de Portugal, Medalla de Oro de la Academia Gallega de Bellas Artes, Socio de Honor y Medalla de Oro del Círculo Mercantil de Vigo, Cofrade de Honor de la Cofradía Penitencial del Santísimo Cristo y Vigués Distinguido.

El Concello de Vigo le dedicó una calle que aún no ha sido inaugurada.

Nació en Vilanova de Arousa y en 1925 viajó con sus padres a Buenos Aires. Allí hizo la carrera musical, en la que obtuvo Premio Extraordinario y fue distinguido con la Medalla al Mérito de Fin de Carrera en el Conservatorio Fracassi de aquel país. Ya en España completó su formación musical asistiendo a cursos de dirección coral en Barcelona y en Loyola.

Desde 1957 y hasta 2008 dirigió las corales Casablanca, URECA y la del Náutico, obteniendo grandes éxitos en España y por Europa. Ganó primeros premios y medallas de oro en Portugal, Lorient y Bruselas, habiendo obtenido el Premio Nacional de Polifonía en Torrevieja.

Es autor de más de 200 obras originales. Misas, motetes, villancicos maravillosos, música gallega folklórica e internacional y muchísimas habaneras, siendo para muchos especialistas el mejor habanerista de España.