Santiago Sequeiros lleva 24 años como portero del Real Club Náutico. El pasado lunes vivió uno de sus días más intensos. La cúpula que se ubica sobre su puesto de trabajo, en el hall del edificio social, se desplomó. Su oído le echó un cable. Escuchó un ruido extraño, sospechó que algo raro pasaba, subió a la azotea y certificó su premonición: el techo estaba a punto de venirse abajo. Sin pensárselo un segundo, avisó a los responsables del club y se encargó de evacuar a las 15 personas que había en el edificio. Como buen capitán él fue el último en abandonar el barco. "No me pilló por los pelos. Fue salir por la puerta y venirse todo abajo. Pensé que esto solo pasaba en las películas. Si tardo unos segundos más puede que hoy no lo estuviera contando", asegura consolado. Ni él, ni otros tres compañeros podrán trabajar hasta la próxima semana. "Pactamos coger lo días de vacaciones hasta que pueda volver a abrirse el edificio", explica.

–¿Qué fue lo que le hizo subir a la azotea?

–Escuché unos chasquidos que no me eran familiares y subí al comedor a ver si estaban moviendo mesas o había caído algo. Pero nada. Fui a la cocina, y tampoco. Entonces salí a la azotea y vi una grieta anormal en la cúpula. Rápidamente llamé al director técnico y al responsable de mantenimiento. Llegaron en menos de diez minutos y decidimos evacuar.

–¿Cómo vivió ese momento?

–Con mucho estrés. En apenas unos segundos tuve que hacerme una radiografía del edificio, pensar en qué zonas había gente y recorrerlo todo para asegurarme de que no quedaba nadie dentro.

–En ese ajetreo tuvo que pasar varias veces bajo la cúpula...

–Más de las que quisiera. Iba pegado a la pared y con un ojo puesto en el techo. Después de la grieta que había visto me temía que aquello se podía venir a bajo en cualquier momento.

–¿Logró sacar a todos los socios que había dentro?

–Sí. De hecho pensaba que en la biblioteca no había nadie y me encontré a un socio echándose una siesta. Tuve que despertarlo.

–¿Es habitual que haya tan poca gente?

–A esa hora (15.30 horas) no suele haber muchas personas. Si esto pasa un domingo u a otra hora hubiera sido una desgracia. Coincidió que la mayoría de la gente que viene a comer ya se había marchado y los que acuden a jugar la partida no habían llegado todavía. Si pasa un poco más temperado o tarde podrían no haber escuchado los chasquidos... No quiero ni pensar lo que podría haber sucedido.

–¿Temió por su vida?

–No. Por mi cabeza solo pasaba que tenía que sacar a la gente que había dentro.

–Los socios que evacuó le habrán dado las gracias...

–La mayoría sí lo ha hecho. Incluso me dicen que soy un héroe, pero yo no lo creo. Solo hice mi trabajo y cumplí con mi responsabilidad.

"Si salgo un minuto más tarde, me cae todo encima"

A las tres y media de la tarde, Mauro Bordallo estaba en la biblioteca echándose una siesta. Confiesa que escuchó ruidos extraños, pero no les dio importancia. "Parecía como si hubiera caído un mueble. Abrí un ojo, vi que no pasaba nada, y seguí durmiendo", recuerda. En apenas unos minutos, y cuando ya había vuelto a quedarse profundamente dormido, entró en la sala el portero, Santiago Sequeiros. "Me sacó de allí pitando y creo que eso me pudo haber salvado la vida. Si me avisa un minuto más tarde o no me despierta podría haber pasado por allí y me caía todo encima", reconoce.

Mientras Mauro salía del edificio, el portero, acompañado del responsable de mantenimiento, seguía avisando al resto de la gente. "Fue una situación muy tensa. Yo estaba ya fuera y cuando el portero terminó y salía ya por la puerta se vino todo abajo. En ese momento me asusté y tuve pánico al pensar que hacia unos segundos había estado yo ahí debajo", confiesa.