El doctor Alberto Lasa, expresidente de la Sociedad Española de Pisquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente, llegó ayer a Vigo para participar en una jornada que organiza la Comisión de Docencia en Salud Mental del Chuvi sobre las patologías mentales en los niños.

–Su conferencia se centra en la deficiencia mental y la psicosis en la infancia. ¿Son frecuentes?

–No son cuadros demasiado frecuentes. Pero siempre son importantes desde el punto de vista de su gravedad, particularmente en caso de diagnóstico tardío o de su no tratamiento. La deficiencia mental y la psicosis son patologías diferentes, lo que pasa es que a veces una cosa se superpone a la otra, es decir que hay deficientes que pueden desarrollar comportamientos de tipo psicótico y hay niños psicóticos que pueden ir hacia el déficit intelectual.

–¿Suelen ir asociadas?

–Pueden ir asociadas, pero no suelen ir asociadas. Ni todos los deficientes presentan fenómenos de tipo psicótico ni todos los psicóticos hacen una evolución deficitaria.

–¿Cuáles son los principales síntomas de la psicosis infantil?

–Las características psicológicas y del comportamiento de un niño psicótico pueden ser muy variables. Lo que mejor conoce la gente son los fenómenos de tipo autístico. Son una de las variedades de la psicosis infantil y se caracterizan por la dificultad de establecer relaciones desde muy temprano.

–¿Aprecia un diagnóstico tardío de cuadros psicóticos en menores?

–El diagnóstico no es todo lo precoz que debería ser, fundamentalmente porque las manifestaciones más precoces se pueden detectar en el primer año o año y medio de vida para posibilitar un diagnóstico temprano, y en esos años de vida el diagnóstico está en manos de los pediatras y del personal que atiende a los niños en esas primeras edades. También depende mucho de la familia, que se suele dar cuenta de las dificultades.

– ¿Cómo pueden tratarse este tipo de trastornos?

– Exigen una dedicación intensiva –de varias horas semanales– e intervenciones multiprofesionales. Lo ideal es abordar aspectos psicológicos, pedagógicos y educativos, y trabajar también la psicomotricidad y el lenguaje. Es difícil reunir y dosificar esos componentes del tratamiento en un mismo lugar pero hay que tratar de hacerlo. Es lo ideal pero no es fácil, y sobre todo no es barato.

–¿Cuántos casos pueden mejorar?

–Es difícil hacer afirmaciones estadísticas radicales. Lo que sí sabemos es que la evolución del tratamiento va a depender de tres factores fundamentales: el grado de afectación orgánica lesional que tengan los niños, la calidad y participación del medio familiar y los factores de tipo educativo y terapéutico.

–En cuanto a la deficiencia mental, ¿todavía existe un estigma social?

–Existe la consideración social de que son distintos y existe también una opinión estigmatizante en el sentido de que se haga lo que se haga va a ser inútil y la evolución va a ser negativa e inamovible. Obviamente es una opinión estigmatizante porque conduce a un cierto pesimismo terapéutico en el sentido de no vale la pena hacer nada. Pero hay que decir que las evoluciones negativas no son evidentes para todo cuadro, sobre todo si se hacen esfuerzos terapéuticos. Los tratamientos eficaces de inicio temprano pueden cambiar mucho el curso evolutivo de estos cuadros.

–¿Pero no curarlos?

–Yo prefiero decir que lo que sí se puede hacer es que logren alcanzar capacidades de adaptación y de conocimiento que les permitan una autonomía mayor o menor en la vida.

–¿Cuáles son las principales enfermedades que ven en las consultas de psiquiatría infantil?

–Las más frecuentes son las relacionadas con la ansiedad, la angustia, con los problemas relacionales y del estado de ánimo, los problemas del aprendizaje. Afortunadamente en un 90-95% de los casos son trastornos de menor gravedad.

–¿Cree que la sociedad abusa del consumo de fármacos como antidepresivos y tranquilizantes? ¿Y los psiquiatras?

–En la realidad de la psiquiatría hay de todo. Los hay que tienen más confianza en la eficacia de los fármacos y los hay que tienen menos. Un fenómeno conocido en la psiquiatría infantil de estos últimos años es el consumo creciente de fármacos, que en algunos casos supongo que es adecuado y en otros también supongo que es abusivo. En términos generales, los psicofármacos se usan mucho más en la psiquiatría infantil hoy que hace diez o quince años. ¿Que eso pueda ser un progreso en ciertos casos? Pues seguramente, pero que también puede ser un abuso en el sentido de que se opta por una respuesta farmacológica cuando habría que complementarla o sustituirla por otro tipo de medidas es algo que en ciertos medios con seguridad está ocurriendo.