Entre un 8 y un 20% de las merluzas capturadas en aguas españolas proceden de los caladeros del Mar Céltico, en la costa sur irlandesa. Los investigadores de la Universidad que en 2010 demostraron, en colaboración con el Instituto Español de Oceanografía (IEO), que los stocks atlánticos situados al norte de Capbreton (Francia) y los del sur €desde Vizcaya hasta Cádiz€ no eran independientes y que existía un desplazamiento desde el primero hacia el segundo han confirmado ahora este patrón geométrico y unidireccional, además de establecer la tasa variable de migración interanual.

Los estudios del grupo de Recursos Xenéticos Marinos (Rexenmar), dirigido por el doctor Pablo Presa, también han permitido concluir que entre los stocks atlántico y mediterráneo, aunque comparten una historia genética común, apenas se han producido intercambios de ejemplares en las últimas décadas y ambos tienen una frontera clara en el Mar de Alborán.

La fosa marina que divide la plataforma a la altura de Capbreton sostenía la creencia de que los caladeros norte y sur de la merluza atlántica funcionaban de forma independiente hasta que los estudios genéticos del grupo de Presa demostraron la existencia de una migración sistemática y en un solo sentido y evidenciaron la necesidad de replantearse las políticas pesqueras europeas. "Sabemos que el estudio se leyó en Bruselas con mucho detalle porque se recortó la cuota en el Gran Sol y se aumentó en el Cantábrico, donde no es necesario ejercer tanto proteccionismo porque se nutre con ejemplares del norte", destaca.

Durante el último año, los biólogos han confirmado que el Mar Céltico es "un centro de radiación de biomasa hacia el Mar del Norte y los caladeros de la península ibérica" y que dicho flujo varía interanualmente. Estos resultados, en proceso de publicación, han sido posibles gracias al aumento del muestreo a lo largo de toda la fachada atlántica, la aplicación de complejos métodos estadísticos y la utilización de dos marcadores genéticos €el ADN nuclear y el mitocondrial€, que aportan "dos visiones distintas de una misma historia biológica".

Ambas dianas han constatado la uniformidad genética de la merluza en todo el Atlántico. El ADN nuclear aporta información sobre la historia poblacional reciente y revela que en las últimas décadas ha habido muy poco intercambio entre este caladero y el del Mediterráneo, siendo los flujos de individuos "muy dependientes" de las condiciones oceanográficas.

El mitocondrial, sin embargo, se remonta mucho más en el tiempo. "Nos dice que de 460 pares de bases de ADN solo hay once mutaciones que varían entre el Atlántico y el Mediterráneo, lo que demuestra que históricamente hubo una conexión recurrente. De lo contrario, la divergencia sería mayor", explica Presa.

Los análisis genéticos de la merluza no pueden aclarar, sin embargo, si la migración desde el norte es pasiva, esto es, por efecto de las corrientes sobre las larvas o los ejemplares juveniles; o activa, cuando son los adultos los que se desplazan siguiendo corrientes profundas. Dicho estudio podría hacerse mediante el marcado y posterior recuperación de ejemplares o con equipos de teledetección que, dado su elevado coste y la cantidad de individuos que habría que controlar, requeriría financiación dentro de un proyecto europeo.

Conocer la dinámica poblacional de la merluza es vital para la sostenibilidad de la pesca, ya que permitiría proteger a los individuos en la fase biológica y la época del año en la que emigran y repueblan otros caladeros.

Población del noroeste

El grupo Rexenmar ha iniciado un estudio del caladero del noroeste peninsular para estimar cómo influye esta migración en la salud genética de nuestras poblaciones y para la que utilizará las muestras que recoge el IEO en sus campañas periódicas.

Los resultados permitirán estimar cómo fluctúa la biomasa de reproductores en función de los aportes anuales que llegan del norte y determinar si la sobreexplotación de los últimos años "ha erosionado" la diversidad genética. "Cuanto menor sea ésta, mayores serán las posibilidades de extinción de la especie", advierte Presa. De ahí, la necesidad de "vencer inercias" e ir incorporando los estudios genéticos en la valoración de los stocks.