El mismo fango que cubre el fondo marino de la Ría y dificultó hace un mes la labor de los buceadores encargados de rastrear los pecios de Rande podría haberse convertido en su mejor aliado. Javier Luaces –el director de las prospecciones promovidas por la Xunta y el Ministerio de Cultura– avanzó ayer que "los fangos y limos resultan incómodos para trabajar pero ayudan a que los restos se conserven bien".

A unos días de que la Consellería de Cultura anuncie el resultado de las prospecciones, Luaces avanzó ayer a FARO que durante la campaña "aparecieron cosas". "Ahora estoy trabajando en la memoria de las prospecciones, el resultado del trabajo se encargará de anunciarlo la Xunta", matiza el arqueólogo. Desde el organismo autonómico confirman que "a principios de la próxima semana" se hará público el balance de la investigación que se desarrolló durante la última semana de julio con la colaboración de la empresa Argos Galicia.

Días después de arrancar la campaña, el jueves 21 de julio, Luaces mostró su sospecha de que los veinte pecios de la batalla de Rande pudiesen encontrarse a una profundidad de entre cinco y treinta metros en siete puntos que van de la ensenada de San Simón al estrecho de Rande. Los datos partían de una prospección geofísica que en 2007 detectó 30 supuestos restos. Al cabo de una semana fuentes de la Xunta aseguraron que no se habían producido "hallazgos de transcendencia".

La razón principal que se dio a esa falta de resultados fue el lodo que complicaba la labor de los buzos. "Es como bucear sobre un fondo cubierto de polvos de talco. Una vez que lo tocas se dispersa en todas las direcciones hasta cegarte la vista", señaló entonces Luaces. Esa misma inestabilidad de los sedimentos –el arqueólogo llegó a afirmar que "casi no veíamos ni nuestras propias manos"– puede ser ahora la responsable de que "los restos se conserven bien".