"Todo está perfectamente en orden, esperando a que llegue el sábado". Así lo asegura el hermano carrero de la Cofradía del Cristo de la Victoria, Manuel Sanjurjo Blein, quien tiene la responsabilidad de dirigir la carroza que porta la imagen durante los algo más de cinco kilómetros que recorre la numerosísima comitiva religiosa. Ya a principios del pasado mes de julio comenzaron los trabajos de revisión y restauración que cada año realizan para poner a punto una estructura que dista mucho de ser simple.

Construida con maderas nobles en el año 1953 en los talleres de la fábrica de la familia, ahora con el nombre de Funditesa Sanjurjo, y con diseño de su padre, Manuel Sanjurjo, la estructura dispone de sistema eléctrico para la iluminación de la imagen, así como de frenos. "Cambiamos la instalación eléctrica en los años 80 para actualizarla y ponerla al día pero el resto sigue con el diseño original", explica el encargado de dirigir a los costaleros durante la procesión.

De esta manera y como medidas de mantenimiento, cada año se desmontan los ejes y se engrasan y se repasa tanto el correcto funcionamiento de los frenos –"no nos olvidemos de que tenemos que bajar la calle Real", apunta el hermano carrero –como de la luz y del sistema contraincendios, que les permitiría actuar de inmediato en caso de fuego. También se limpia, se le saca brillo y se pule para que la carroza quede perfecta y luzca como debe en los pocos días del año que sale a la calle.

Además de estos trabajos que se realizan puntillosamente cada verano, Manuel Sanjurjo explica que mantienen un protocolo y calendario de actuaciones para mantener el carro en perfectas condiciones. "Cada cuatro años se aplican inyecciones antipolillas y cada tres se cambian los cables de los frenos, que van por debajo de la estructura. En esta ocasión tocó mejorar los artefactos que usamos para levantarlo, que no se ven pero que deben estar listos", explica.

Todos estos trabajos los realizan aproximadamente un mes antes de que tenga lugar la procesión, el primer domingo de agosto. "Nunca pasó nada, pero queremos tener tiempo para solucionar los posibles inconvenientes que pudieran surgir", apunta Sanjurjo. De hecho, asegura que son los propios costaleros los que se preocupan de ir a revisar la estructura en cuanto empieza el mes de julio.

Será el próximo sábado cuando trasladen la carroza desde su lugar de reposo hasta la iglesia de Santa María ya que es ese día, a última hora de la tarde, cuando tiene lugar el descendimiento del Cristo de la Victoria, que ejecutan también los propios costaleros con un sistema de sujeción creado por técnicos de la empresa familiar. "Seguimos un protocolo muy estudiado y los encargados de bajar la imagen lo hacen ya casi con los ojos cerrados de tantos años haciéndolo", explica Manuel Sanjurjo.

Una vez descendido el Cristo de la Victoria, un acto que tiene lugar en la Colegiata a última hora de la tarde del sábado, después de la novena y la misa solemne, y de que miles de fieles aprovechen el momento para hacer el tradicional besapiés, la imagen ocupa su lugar sobre la carroza. Y allí se quedará hasta el miércoles, cuando volverá a su posición habitual en el altar de la iglesia de Santa María.

Entonces el carro regresará también a su habitual lugar de descanso. "Se pone sobre unos tacos y se cubre con un toldo y una lona que queda herméticamente cerrada, como si fuera un traje a medida", apunta el hermano carrero. El objetivo es preservar la estructura de cualquier daño, tanto de la posible humedad como del calor.

Y ahí empezará de nuevo una espera de cerca de doce meses hasta que vuelva a ver la luz del día. "De vez en cuando le echamos un ojo para ver que todo está bien y, de momento, gracias al Cristo, nunca ha pasado nada, ni se ha estropeado, ni cogido humedad, ni nada de nada", concluye Sanjurjo.