Víctor Fernández es un defensor apasionado del patrimonio del mar y lo demuestra cada día como presidente de la Federación Galega pola Cultura Marítima e Fluvial, entidad que organiza hasta mañana domingo la décima edición encuentro de embarcaciones tradicionales de Galicia. Carril es la sede de un evento que tiene como principal objetivo dar a conocer parte del vasto mundo que rodea la tradición marítima y tratar de hacer más visible la labor de un colectivo que desarrolla su labor sin apenas el apoyo de instituciones.

–¿Por qué es tan lento el trabajo de recuperación de la cultura marítima que promueve la Federación?

–Es muy lento porque el apoyo de las administraciones es muy pequeño. No puede ser que a pocos días de empezar el encuentro no sepamos si tendremos dinero suficiente y ni siquiera podamos entregar un detalle a la gente que colabora desinteresadamente. Todos somos voluntarios, pero nos estamos quemando y si queremos que esto vaya adelante y las embarcaciones tradicionales sean un recurso económico para la zona, se necesita la implicación institucional pero no para hacer nuestro trabajo, sino para ayudarnos a difundirlo. Tenemos un buen producto pero no somos capaces de lanzarlo.

–¿Qué ofrece la tradición marítima?

–Aporta unas señas de identidad propias que nos sirven, además, como escaparate para el turismo cultural, que está evolucionando mucho más que el de sol y playa. Los franceses son más espabilados, se han dado cuenta de esto y ya organizan un encuentro que reúne cada año a 15.000 personas y 9.000. Tenemos que darnos cuenta de que es una fuente complementaria de recursos para las villas con historia y tradición marinera y debemos aprovecharlo para diversificar la economía, como recomienda la Unión Europea.

–¿Falta concienciación sobre la importancia de la tradición y cultura del mar?

–Sí, pero es algo general que ocurre en casi toda Europa. En general los etnógrafos se interesan más por las comunidades del interior que por las del litoral porque no tienen tantas influencias externas. Ahora estamos consiguiendo que se empiece a reconocer que el mar también es cultura y que su patrimonio es digno de valorar.

–¿Por qué no se aprecia?

–Los primeros que no lo valoran son los propios marineros. Para ellos, las embarcaciones y todo lo de su entorno son un instrumento de trabajo en un sector profesional con el índice más alto de accidentes y muertes. Ellos salían a trabajar en lo que podía convertirse en su ataúd. Cuando se dan cuenta es cuando se distancian del trabajo diario.

–Entonces lo principal será cambiar la mentalidad.

–Los principales problemas del patrimonio marítimo son dos. El primero es la falta de implicación de las administraciones. Difícilmente vamos a valorar la cultura marítima si no reconocemos primero que la tenemos y que disponemos de unas embarcaciones tradicionales que no son de séptima lista ni de recreo y que no deberían pagar tasas como tal. El segundo problema es el uso social. Hay que transformar su utilización, convertirlo en cultural, deportivo y de ocio.–¿Sirven los encuentros para ello?

–Son efectivos para darse a conocer y, además, suponen un aliciente para que las asociaciones sigan trabajando en la recuperación de barcos.

–¿Cómo es el proceso de recuperación de embarcaciones?

–Hay dos caminos. El primero de ellos pasa por recuperar barcos originales existentes pero no solo quedándose en rehacer la estructura sino también en investigar su historia, lo que supone a su vez conocer la historia del mar. El segundo supone construir una réplica cuando ya no quedan originales con el objetivo de mantener vivas esas embarcaciones, que no se pierdan y se conozcan.