Enrique Lorenzo Docampo (1892-1981) fue uno de esos vigueses a los que nada de su ciudad le resultó ajeno y por ella trabajó incansablemente desde todos los ámbitos, del económico –creó varias empresas, entre ellas los Astilleros Vulcano y Conservas La Guía– al político –presidió la Diputación Provincial–, pasando por el social, el deportivo o el cultural.

Vigués del barrio de Canadelo, como otros muchos jóvenes de su generación inició su formación en la Escuela de Artes y Oficios, de la que años más tarde sería benefactor. Le tocó también seguir el camino de la emigración, afincándose en Buenos Aires, de donde regresaría cinco años después para cumplir el servicio militar.

Empezó a trabajar en el astillero "El Dique", situado en el Areal, donde hoy está el antiguo Rectorado, y allí conoció a un francés con el que en 1919 fundaría en la zona del Canceleiro una pequeña empresa de calderería denominada "La Vulcano" que años más tarde trasladaría a Ríos y después a la zona de Espiñeiro.

La empresa prosperó durante la guerra civil haciendo calderas para barcos y ferrocarriles y contaba también con un astillero para la construcción de barcos de pesca.

Astilleros Vulcano llegó a contar con una plantilla de más de 800 trabajadores y se convirtió en una potencia en el sector naval de la ría de Vigo. Promovió otras industrias como Aceros de Galicia, Conservas La Guía o Serrerías Vulcano.

Trabajador incansable

En 1931 se presentó a las elecciones municipales por la candidatura monárquica, pero la proclamación de la República frustró su entrada en la corporación municipal, lo que se produciría solo unos años después.

Fue un trabajador incansable, "de esos que no viven sujetos a los dictados del reloj, dedicación y sudores que no siempre tuvieron la compensación del éxito. Conoció la contrariedad y los sinsabores, porque tuvo unos comienzos muy duros, lo que nunca le asustó porque desde muy joven forjó en ellos toda su personalidad y su carácter".

Su nuera, Teresa Font, le recuerda como un hombre "muy cariñoso, muy preocupado por todos, muy generoso y que presumía de conocer a todos sus trabajadores. Le gustaban las celebraciones familiares y siempre encontraba algún motivo para reunirnos a todos. Era un gran devoto del Cristo de la Victoria. En los momentos de dificultades, se iba a la Colegiata y allí estaba

En una amplia reseña biográfica publicada en FARO DE VIGO el 21 de noviembre de 1981, con motivo de su fallecimiento, se señala que "el de Enrique Lorenzo no fue, sin embargo, un trabajo con miras exclusivamente personales. Su empresa no se reducía a los límites de su pequeño taller primero y sus grandes factorías después. Vigo era su otra gran empresa y por ella trabajó incansablemente. A través, una veces de las sociedades que presidió y especialmente entidades como el Centro de Hijos de Vigo, que más adelante se llamaría Centro Vigués, la Cámara de Comercio o la propia Diputación Provincial", organismo que presidió durante siete años y que, decía, "le había costado dinero".