Han pasado tres años desde que el Concello presentó el mapa de ruido de la ciudad, donde queda reflejado que un tercio de los vigueses soportan durante la noche niveles superiores a los permitidos y a partir del que se elaboró un plan de acción para mejorar la calidad acústica. Sin embargo, los mayores avances en este ámbito se han limitado a la declaración de 33 zonas saturadas y la restricción del "botellón" en Joaquín Loriga y el entorno de Teófilo Llorente –se acaba de anunciar que la medida se extenderá a la calle Chao, pero por razones de seguridad–. Como efecto secundario, las humanizaciones realizadas en el centro también han conllevado una reducción del ruido.

Pero la evidencia de que la planificación acústica todavía no constituye una prioridad en la gestión municipal está en las nuevas urbanizaciones como Navia o Freixeiro, que siguen creciendo sin tener en cuenta que la exposición a este tipo de contaminación mina la salud física y psíquica.

El mapa de ruido es una exigencia legal para las ciudades con más de 250.000 habitantes, que además deben renovarlo cada cinco años. Según el documento vigués, más del 50% de la población en las calles más céntricas sufre una contaminación acústica superior a los 65 decibelios –el máximo permitido es de 55– debido principalmente al tráfico y el ocio nocturno. En el caso de Sárdoma el porcentaje de residentes afectado sobrepasa el 75%. Según la OMS, soportar niveles continuos por encima de 65 tiene repercusiones negativas en la salud.

Los autores del mapa inciden en que las zonas de Freixeiro, Comesaña y Navia, caracterizadas por fuertes desarrollos urbanísticos, deben ser objeto de un "análisis detallado" para reducir la exposición de los futuros inmuebles

En cuanto a los edificios sensibles, centros docentes y hospitales, tampoco superan el examen. Un tercio de los edificios educativos registran niveles superiores a 65 decibelios en su fachada, mientras que cuatro de ellos sobrepasan los 75. Y dos centros hospitalarios están por encima de los 70 decibelios, uno de ellos incluso de noche.

A partir de esta radiografía del ruido, la Concejalía de Medio Ambiente elaboró un plan de acción, otro de los requisitos legales. El documento, con data de 2009, fija como medidas a tomar en cinco años los estudios de impacto en nuevos proyectos, la revisión de la ordenanza municipal, actuaciones para la reducción de la contaminación causada por la actividad industrial en viviendas, la definición de zonas tranquilas o la coordinación con otras administraciones para reducir las emisiones causadas por carreteras, ferrocarril y Puerto.

En los últimos años, el Concello ha declarado 33 calles del centro como Zonas Acústicamente Saturadas (ZAS), lo que conlleva la prohibición de abrir nuevos locales de ocio, y ha establecido bonificaciones fiscales para impulsar la compra de vehículos híbridos y eléctricos.

La Policía Local retomó los controles de ruido a las motocicletas, pero los sonómetros anunciados por Medio Ambiente para medir el ruido en las principales calles de la ciudad nunca fueron instalados.

La contaminación acústica sigue siendo un problema para los residentes, que en 2010 hicieron llegar 106 denuncias al Valedor do Cidadán. Y la Asociación Viguesa contra el Ruido ya ha anunciado que podría recurrir a los tribunales ante lo que considera un insuficiente control por parte del Concello.

El grupo municipal del PP denunció en septiembre de 2010 que una treintena de expedientes por ruido habían caducado por falta de gestión y el Valedor acusó al Concello el pasado febrero de "desatender" las zonas saturadas y "entorpecer" sus investigaciones.