Ángel Llanos (nacido en 1915) es el decano de los fotógrafos vigueses y el profesional local de más prolongado ejercicio. Un hombre pegado a una cámara, como lo describen sus propios hijos, que durante muchos años formó parte del paisaje urbano local y allí donde había algo noticiable o retratable, allí estaban él y sus Canon, "porque salía a la calle y se le iban las horas".

Es el tercero de una saga de fotógrafos iniciada por su abuelo, Francisco, que se instaló en Vigo con el siglo XX, seguida por su padre Francisco Llanos Trápaga y que tuvo continuación y eslabón final en Ángel, pues ninguno de sus tres hijos (que le han dado seis nietos y tres biznietos) ha decidido continuar con la tradición familiar. "Nos bastó ver en nuestro padre lo esclava que es la profesión, sin horarios, para no querer seguir con ella", asegura Mercedes, que en algunas ocasiones acompañó a su padre y lo recuerda "siempre trabajando".

Muy adelantado en su tiempo, "pues llegaba incluso a hacer él mismo los químicos para el revelado, y aunque le gustaba el color, fue siempre un gran defensor del blanco y negro. Reconocía que para la fotografía, como el blanco y negro y sus inmensos matices, nada".

Admite Mercedes, que ejerce en cierto modo de portavoz familiar, que hubiera sido feliz con la fotografía digital. "Compró una cámara, hizo sus cosas pero ya le cogió un poco tarde, porque a este fotógrafo de raza, sólo le han ido retirando el tiempo y sus achaques".

El estudio de Colón

Tuvo durante muchos años estudio en la calle Colón, "en una casa en cuyos bajos estaba Luzyson y pegada al edificio del FARO. Era un piso grande, de los de antes, con espacio suficiente para vivienda familiar, estudio y laboratorio, donde pasaba las horas, lupa en mano, retocando fotografías. Le abría los ojos a los que habían salido retratados con ellos cerrados por el disparo del flash, y se esmeraba especialmente en las fotos de señoras, para que salieran deslumbrantes. Era el Photoshop de antes".

Para esos retoques le ayudaba mucho el ser "un dibujante excepcional. Tenía siempre a mano un caballete y carboncillos y se manejaba muy bien en la talla de madera, marfil o azabache. Fue un artista muy completo que siempre encontraba tiempo para todo".

El abandono del estudio de Colón el resultó especialmente doloroso "y se resistió hasta el último momento, viéndose obligado a llevar el laboratorio a Escultor Gregorio Fernández y fijar su vivienda en Coia, desde donde domina el puerto y la ría, uno de sus temas predilectos. Con las ganas se quedó por falta de apoyos, de montar una gran exposición sobre Vigo y su mar, pese a tener todo el material preparado.

Y con la espinita clavada de la gran retrospectiva prometida sobre su Archivo, depositado con cámaras, telones y demás material en el Museo Etnográfico de Ribadavia y que está paralizada por falta de medios. "Se siguen digitalizando material , pero parece que lo de la exposición y el traslado de una copia a Vigo parece que no arranca".