La arribada a Vigo el 15 de febrero de 1961 del trasatlántico portugués Santa María con los equipajes de los pasajeros que al finalizar el secuestro del buque habían sido transbordados a su gemelo Vera Cruz y que habían llegado a puerto tres días antes, marcó el punto final de una odisea protagonizada por un comando del DRIL capitaneado por Galvao y Sotomayor y que desde el 22 de enero tuvo en vilo a medio mundo durante trece días.

El barco traía también los cadáveres de un vecino de Xinzo de Limia, fallecido y embalsamado en Venezuela y el del segundo oficial, asesinado durante el tiroteo que siguió al secuestro y cuya capilla ardiente estaba en el propio barco con guardias permanentes a cargo de los oficiales y el resto de la tripulación.

A su llegada a puerto, las autoridades provinciales y locales expresaron a su capitán, Simoès Maia "el sentimiento por los tristes sucesos sucedidos a bordo" y el obispo rezó un responso en la capilla ardiente del oficial fallecido "en cumplimiento de su deber". Simoès Maia dijo que "sin armas nada se pudo hacer para evitar el secuestro" y negó que ordenase al práctico de Recife que estrellase el buque contra las rocas.

Los 230 pasajeros que salieron de Venezuela en el Santa María llegaron tres días antes y solo con sus equipajes de mano. Atracó en el muelle de Trasatlánticos con todo el pasaje en las cubiertas y las balconadas de la Estación Marítima repletas de público, en su gran mayoría familiares de los pasajeros, sucediéndose las escenas emotivas durante todo el proceso de reencuentro entre los que esperaban y los que llegaban a bordo del buque.