Fiel a su estilo, Thom Mayne viste con sobriedad, en tonos oscuros, la americana negra. Con una excepción: lleva puestos vistosos calcetines de rayas, uno de cada color. Divertido, inconformista e incansable, el bad boy sigue siendo rebelde pese al paso de los años y el reconocimiento internacional. Busca y se hace preguntas, indaga y crea. La estación del AVE en Vigo, presupuestada en más de 150 millones de euros, es la primera infraestructura ferroviaria que diseña. "Más que un edificio", acostumbra a decir. Ayer a media tarde llegó a la ciudad y concedió una entrevista a FARO. Esta mañana presenta el proyecto junto al ministro de Fomento, José Blanco, y los socios en España de Morphosis –su estudio–, León Benacerraf y Begoña Díaz-Urgorri.

–¿Cuál será la primera impresión de un viajero al llegar a la estación de Vigo?

–Ésta no será una estación a la antigua usanza, sino una gran estructura que por dentro funciona como terminal ferroviaria y centro comercial. Lo primero que van a descubrir, ya en el interior, es la bahía de Vigo, que tiene una gran belleza, y mientras ascienden hasta la plaza en Vía Norte mantendrán esa visión. La estación será el eje de conexión con el centro urbano. La plaza está abierta a la ciudad y a la bahía. Son los dos elementos más importantes de Vigo, que siempre han estado ahí y queremos potenciar.

–¿Ha hecho cambios en el diseño del edificio?

–La idea es la misma desde el principio. El edificio sirve como ampliación de la calle, va a estar tan integrado en la estructura urbana, de tal forma que nunca sabes dónde termina. Es una estructura inteligente, con una cubierta que alberga una gran cantidad de espacios debajo y con una inmensa panorámica.

–¿Cómo va a ser la fachada principal hacia la Ría?

–Es una prolongación de la topografía de Vigo. Se va a convertir en una especie de acantilado por la diferencia de nivel con la parte inferior. La estación solo va a tener la imagen típica de un edificio ferroviario desde la calle donde ahora está la entrada principal. Su escala es muy grande, pero solo tiene cinco pisos de altura, y la cubierta se convertirá en una quinta fachada, pero horizontal, con un gran espacio acristalado por el que llegas al corazón de la estación. El espacio interior es muy cosmopolita, porque la gente que llega participa directamente en las vistas de la ciudad.

–Usted siempre hace hincapié en el valor de la plaza al nivel de Vía Norte. ¿Qué la distingue de otras?

–Es totalmente diferente a una plaza tradicional. Éstas suelen rodearse de edificios, como la catedral, el ayuntamiento... Aquí solo hay una fachada que da a un fondo edificado, mientras que al otro lado se abren las vistas y el acantilado, un concepto muy inusual que se plantea en pocos lugares porque no se dan estas condiciones. Al frente las vistas que invaden toda la ciudad y la Ría, y detrás los edificios.

–¿Será abierta o tendrá edificaciones?

–Diáfana. En el borde de la plaza que corona la estación habrá un graderío, sin barandilla ni obstáculo alguno. Los ciudadanos pueden sentarse a contemplar la Ría. Eso enfatiza aún más la idea de una plaza infinita que se funde sobre el paisaje. Se va a mimetizar la estación con el entorno. La gente caminará por esa gran cubierta, llegará al borde y podrá sentarse a contemplar la puesta de sol.

–¿Cómo resuelve la arquitectura de ese espacio de 40.000 m2?

–Es una plaza muy neutra y está pensada desde una perspectiva muy social. Cualquier cosa puede suceder allí, y va a funcionar como una gran ampliación urbana. La gente se va a reunir allí, pueden organizarse eventos por sus grandes dimensiones. Una de las mayores virtudes que puede tener un espacio como éste es dar versatilidad a una ciudad tan densa como Vigo. Toda la actividad está debajo y lo impresionante de la plaza es que solo haya lo indispensable: servicios, cafés, con la entrada acristalada en el centro.

–¿Ha primado su sello de autor o el encaje de la estación en la ciudad?

–Bueno, las dos cosas. Está hecha en Vigo y va a ser de la ciudad, aunque el creador sea Morphosis. La obra responde al lugar en el que está encajada. El arquitecto aporta la idea y la plasma en el edificio. Desarrolla las posibilidades de Vigo. Ahí había unas condiciones y nosotros las potenciamos.

–Existe el tópico de que Vigo es una ciudad dinámica y caótica, ¿usted lo comparte?

–Me recuerda mucho a Marsella. Es una ciudad real, no parece creada desde el punto de vista estético. Resulta muy fácil de entender cuando se conoce que es una ciudad de trabajadores. El lugar que ocupa la estación reúne unas condiciones, que hasta ahora nunca han sido explotadas. Intentaré que ese espacio, ahora residual, reviva. Trataremos de potenciarlo utilizando la extensión como elemento de transición.

–¿El centro comercial de dos plantas será una gran superficie al uso?

–De momento no podemos definirlo, dependerá del operador que lo gestione. Estamos muy centrados en el desarrollo del edificio como una estructura global pero no en los detalles de cómo será el centro comercial. Todo quedará ajustado a medida que se desarrolle el proyecto.–¿La crisis ha afectado al presupuesto del proyecto y lo ha condicionado?

–Hacemos obras con unos márgenes de presupuestos muy ajustados, y eso no implica que el edificio sea de mayor o menor calidad. Ésta es una gran infraestructura. La cuestión de fondo no es de dinero, sino de apertura, de que quienes encarguen la obra tengan una disposición favorable a la idea.

–¿Cree que ha pasado ya el boom de la arquitectura, en el que los autores se consideran "estrellas" como en otras disciplinas artísticas?

–Yo no me veo como una estrella. Los arquitectos siguen moviéndose por todo el mundo y trabajando en proyectos. Los nombres van y vienen, pero los trabajos quedan. Es lo importante de la arquitectura.

–¿Con los años es más malo o se ha vuelto bueno?

–¡Peor! (risas). Siempre intento hacerme preguntas, ser muy tenaz, buscar más, consciente de que el mundo está cambiando constantemente y hay que cuestionarse historias. Si esto es ser un niño malo, desde luego lo soy.