El bicentenario de la ciudad no podría entenderse sin colocar al puerto como uno de los pilares básicos de su desarrollo. A lo largo de estos doscientos años, Vigo vivió fundamentalmente de lo que su mar le ofrecía y ello contribuyó en gran medida al desarrollo económico y social de una ciudad que ha experimentado un crecimiento asombroso durante los últimos dos siglos. Su puerto estaba omnipresente en la gestación de la mayoría de los acontecimientos más relevantes, como lo demuestra el hecho de que el puerto en sí ya existía cuando hace 200 años, Vigo recibía por real decreto el título de ciudad.

Y hoy, dos siglos después, nadie pone en duda que el acontecer social y mercantil de la ciudad se gestó en los muelles de su puerto, por donde llegaban jefes de estado, embarcaban con rumbo a América miles de gallegos en busca de una mejor vida que su propio país les negaba, o se descargaban ingentes cantidades de pescado en medio de un constante hormigueo de actividad en las playas de Guixar, Areal y Berbés, con el que se nutrían las primeras industrias viguesas de conservas y salazón, auténticas precursoras de la eclosión económica de la ciudad. Mientras, a ambas orillas de la ría emergían los primeros talleres de fabricación naval, pioneros de los actuales astilleros en los que se gestan innovadores proyectos con los que nuestro potencial industrial se ha hecho un hueco en el cuadro de honor de la construcción naval internacional.

Muchos fueron los hechos relevantes que enmarcan la historia del puerto de Vigo durante los últimos dos siglos, aunque su apogeo casi siempre se asocia con la emigración. Pero también recibió la visita de numerosas personalidades del mundo de la ciencia, las artes y la política. Julio Verne, Guillermo Marconi, Pau Casals, Amalia Rodrigues, Leónidas Trujillo, Alfonso XIII, el káiser Guillermo II o el mismo Franco se cuentan entre las numerosas personalidades que a lo largo de su vida llegarían a Vigo por mar. Asimismo se cuentan por centenares los buques de distintas armadas que han atracado en sus muelles, o los buques-escuela que en viajes de instrucción, arribaban a la ciudad para dar descanso a sus alumnos. Nombres legendarios de la navegación a vela como los españoles Nautilus, Galatea o Juan Sebastian de Elcano; los italianos Amerigo Vespucci o Palinuro, el alemán Gorch Fock, el portugués Sagres, el argentino Libertad, el chileno Esmeralda, el noruego Christian Radich y tantos y tantos otros que se han hecho por derecho, un hueco en la historia marinera de la ciudad.

Ultramar

Pero si en algo destacó el puerto vigués durante más de un siglo, ha sido sin duda por el movimiento migratorio que le otorgó el dudoso honor de ser líder indiscutible de todo el litoral español en el tráfico de la emigración. Los orígenes de la emigración gallega a ultramar se remontan a 1854 teniendo como destino Cuba. A las primeras armadoras españolas que se iniciaron en este lucrativo negocio, pronto se unirían numerosas compañías extranjeras que dieron una mayor internacionalidad al puerto vigués, convirtiéndolo en un hervidero multirracial de pasajeros y tripulaciones llegados de lejanos países. Entre estas navieras se encontraban el Lloyd Norte Alemán, la Hamburg-Amerika Linie, la Compagnie General Trasatlantique, la Pacific Steam Company, la Chargeurs Reunis, la Booth Steam Ship Company y muchas otras que a durante décadas utilizaron una inmensa flota de buques de los que se valieron cientos de miles de gallegos y de provincias limítrofes en su peregrinaje atlántico en busca de su particular "eldorado". Por poner varios ejemplos de distintas épocas, a comienzos de 1914 Faro de Vigo informaba que sólo durante 1913 habían emigrado oficialmente 41.835 personas. En 1929 serían 27.287 personas las que embarcaron en Vigo con destino a puertos de América. Tras las guerras mundial y civil, a partir de 1945, volverían a atracar en Vigo trasatlánticos para embarcar emigrantes. Las cifras aumentan espectacularmente debido a la pobreza en que la guerra civil dejaría sumida al país, como lo demuestra el hecho de que entre 1946 y 1955 saldrían desde el puerto de Vigo un total de 201.706 personas a las que se sumarían nuevos contingentes entre 1956 y 1960, que sumaban más de cien mil.

Dentro de la extensa flota de la emigración que pobló los muelles vigueses durante los últimos dos siglos los buques de mayor presencia posiblemente hayan sido los alemanes de la clase "Monte", Monte Pascoal, Monte Oliva, Monte Cervantes y Monte Sarmiento, flanqueados por otros trasatlánticos de la misma bandera como los Cap Arcona, Cap Polonio, Antonio Delfino, Blücher, General Belgrano, Sierra Morena y Hammonia, el Titanic de la emigración gallega, perdido trágicamente al SO de las Islas Cíes en setiembre de 1923 al chocar con una mina a la deriva con el trágico balance de 90 personas ahogadas o desaparecidas. De bandera francesa se harían muy populares entre otros los Massilia, Lutetia, Cuba, De Grasse y Gallia. Por Holanda vendrían entre otros los Gelria, Tubantia, Hollandia, Vauban y Spaarndam, y por el Reino Unido, quizás la flota más numerosa junto a la alemana, nombres como Darro, Desna, Deseado, Andes, Arlanza, Aragon, Alcantara, Asturias, Highland Chieftain, Highland Princess, Highland Monarch, Reina del Pacifico y muchos otros luciendo la contraseña de la Union Jack que multiplicarían sus recaladas en aguas viguesas, algunos de ellos hasta finales de la década de los últimos años cincuenta.

Entre los españoles se hicieron famosos los Alfonso XIII, Cristobal Colón, Magallanes y Marqués de Comillas, además de los Monte Albertia, Monte Amboto y otros "Montes" de la Naviera Aznar. Después de la guerra civil española, comenzaron a hacerse muy renombrados y quizás sean los mejor recordados por su proximidad en el tiempo, los portugueses Serpa Pinto, Veracruz y Santa María, así como los italianos Caribia, Irpinia, Aurelia, Anna C, Andrea C y Enrico C; los franceses Louis Lumiére, Pasteur, Colombie, Flandre y Antilles, los españoles Monte Ulia, Monte Umbe y Monte Moncayo; los argentinos Córdoba, Tucuman, Corrientes, Juan de Garay y Salta, en los que salieron cantidades asombrosas de emigrantes estableciendo éste último un récord con el embarque de 1.294 personas en junio de 1949, algo inusual para un barco de tan sólo 12.000 toneladas.

Años más tarde, la bandera argentina sería también vista en las popas de los Alberto Dodero, Tucuman, Entre Ríos, Yapeyú, Rio Tunuyán y Libertad. Por último entre los barcos españoles de la emigración se hace obligada la mención de los mejores trasatlánticos de la historia de nuestra Marina Mercante: Cabo San Roque y Cabo San Vicente, de la Compañía Ybarra, que junto a las unidades de la Compañía Trasatlántica Guadalupe, Covadonga, Montserrat y Begoña se encargaron de poner el punto final a este capítulo de la historia portuaria viguesa.

Los buques de crucero

Pero no solo de barcos de emigrantes se nutría el puerto vigués. Desde comienzos del siglo XX, al principio a cuentagotas y hoy en día de forma masiva, los buques de crucero fueron y son, otra fuente de innegable riqueza tanto para el puerto como para la ciudad. A lo largo del pasado siglo se iría abriendo paso en las aguas de la ría una respetable flota de embarcaciones turísticas, que se incrementaría con la llegada de las épocas de mayor estabilidad económica. La década de los últimos años sesenta marcaría el inicio de un "boom" que crece de forma imparable desde entonces y del que Vigo no está al margen.

Remontándonos a los orígenes de esta actividad, durante la década de los años veinte y tras superar Europa la recesión impuesta por la I Guerra Mundial, Vigo comenzó a ser puerto de escala turística con cierta frecuencia, tras unas primeras décadas en las que había recibido a cuentagotas la visita de algunos buques con turistas. Estas visitas las realizaban en su mayoría trasatlánticos ingleses, preparados para transportar viajeros hacia climas cálidos (India, lejano Oriente, etc.), surcando mares tropicales y, por tanto, fácilmente convertibles para cruceros al estar equipados con amplios espacios y cubiertas abiertas. Era el caso del Ranchi, que nos visitó el 16 de junio de 1928 en ruta de Málaga a Londres con 400 turistas que fueron trasladados en vehículos de alquiler a Santiago, Baiona, A Guarda y Tui. O la que el 15 de julio de 1929 trajo al Viceroy of India, en viaje de Southampton a Barcelona con otros 566 cruceristas.

Este bellísimo trasatlántico arribó al puerto de Vigo dentro de su temporada inaugural de cruceros tras iniciar la línea Londres-Bombay hacía pocos meses. Su maravillosa decoración interior se convirtió en uno de sus principales argumentos propagandísticos de su armadora, siendo el primer barco de la "P&O" equipado con piscina interior. Por su parte, la naviera sigue vinculada en la actualidad al puerto de Vigo con sus cruceros Oriana, Aurora, Arcadia, Azura, Artemis, Oceana y Ventura.

En los años treinta comienzan a ser vistos en Vigo por primera vez trasatlánticos alemanes que no fuera para el embarque de emigrantes, como los General von Steuben, Milwaukee o St. Louis. En los veranos de estos años también fondearían en Vigo distintos trasatlánticos británicos, entre ellos los Melita, Oxford y Ormonde. Resulta curiosa la reseña que hacía la prensa con motivo de la llegada del Melita a Vigo el 9 de julio de 1932. El buque venía en ruta de Ceuta a Liverpool con 545 turistas británicos que realizaron una excursión al Monte Santa Tecla, donde a las 5 de la tarde fue servido el obligado té.

Tras la guerra civil española y la II Guerra Mundial, las penurias que desataron ambas contiendas provocaron que desapareciera éste tráfico en el panorama internacional, por lo no volverían a ser vistos en Vigo buques con turistas hasta la década de los años cincuenta. En 1954 se registra la escala inaugural del británico Orcades al que siguen un año más tarde los Iberia y Southern Cross, de la misma bandera y seguidamente, el holandés Maasdam, el estadounidense New York, el griego Olympia y el liberiano Victoria, entre otros. Asimismo vendrían como naves turísticas barcos de la emigración, de sobra conocidos en Vigo, como los franceses Antilles y Colombie, el inglés Andes o el español Cabo de Hornos. A bordo de éste último, la "Compañía Ybarra" organizó tres cruceros con turistas españoles que viajaron a la "Expo" de Amberes en el verano de 1958. El buque zarpaba de Vigo y hacía escala en Bilbao antes de continuar a Bélgica. En aquellos años el Cabo de Hornos era ya una reliquia flotante. Fuera botado en 1920 y había quedado absolutamente obsoleto. Un año más tarde fue desguazado en Avilés y su testigo recogido por la pareja Cabo San Roque y Cabo San Vicente, sin duda los mejores trasatlánticos españoles de la historia con los que la marina mercante conseguiría gran prestigio internacional, tanto en la línea regular con Sudamérica como en el mundo de los cruceros.

Pero es a partir de mediados de los años sesenta cuando el puerto de Vigo comienza a recibir de forma continuada a un mayor número de cruceros, casi siempre antiguos trasatlánticos a los que la competencia que suponía la irrupción del tráfico aéreo había dejado desfasados. Muchas de estas naves gozaron de una segunda oportunidad para continuar en activo, siendo destinadas al mundo de los cruceros. Son los casos de los franceses Louis Lumière, General Manguin y Antilles, del italiano Eugenio C, del argentino Alberto Dodero, o de los británicos Duke of Lancaster, Chusan, Arcadia o Carinthia. Del mismo modo comienzan a prodigarse los cruceros de estudios en los buques ingleses Devonia, Dunera, Nevasa y Uganda, en los que durante dos décadas llegan a Vigo miles de jóvenes escolares británicos. Desde entonces la nómina de cruceros que ha visitado el puerto vigués se antoja interminable. Quizás el más recordado sea el inglés Canberra, que entre 1970 y 1997 contabilizó 150 escalas en Vigo, en las que acercó a Vigo a más de 250.000 cruceristas.

En la actualidad este tráfico continúa en ascenso y durante 2010 volverá a batir registros históricos no solo por las 116 escalas y la visita de cerca de 240.000 pasajeros con los que se cerrará el año, sino por el hecho de que Vigo ha comenzado a operar como puerto base de cruceros gracias a las 22 salidas que realizó el crucero español Grand Voyager.