Si los muros del castillo de O Castro hablasen del mes de octubre de hace exactamente 74 años, quizás revelasen el último secreto del tudense Arturo Araújo, ejecutado con 28 años y que se dedicaba, precisamente, a la cantería; del industrial de Sárdoma de nombre José, o del tipógrafo de Mondariz Teodoro Barros... Hasta 136 nombres engrosan la lista de asesinados por las fuerzas franquistas cuya memoria ha quedado ligada a esas piedras. Entre ellos, la de un concejal de la corporación, José Caldas. La documentación se sostiene en trabajos de X.C. Abad Gallego y M. Laruelo Roa.

La Asociación Viguesa pola Memoria Histórica do 36 ha elegido el paraje de O Castro para honrar ahora a ese otro bando, el de los muertos por el franquismo acusados de rebelión militar. Para que cuenten con su "lugar" , miembros de la asociación y simpatizantes, familiares de las víctimas y autoridades inauguraron ayer un monolito con una reseña tallada en piedra.

"Estas piedras, que estuvieron hasta ahora calladas, por fin van a hablar", sentenció en su discurso la secretaria de la asociación, Amalia Collazo. Miembros del colectivo pidieron al Concello de Vigo la retirada de la cruz de O Castro en virtud de la Ley de Memoria Histórica. Ante el micro –el presidente, Telmo Comesaña, lo considera "apología del terrorismo"– y lo pidieron a gritos –los asistentes–. También reivindican que se les permita la instalación de una placa en el cementerio de Pereiró.

"Esto no es un papel, chorrea sangre", defendió Collazo con el listado de víctimas en la mano. Es una de las frases más duras que se pronunciaron en un acto que duró más de una hora y en el que no faltaron, precisamente las palabras. Pero también, está cargada de significado. Los nombres han sido claves para que algunos familiares conozcan ahora la verdad de los suyos . De ahí la importancia de difundirlos, explicó.

"La verdad cura", aseguró Rexina Vega, descendiente del que fuera presidente del Ateneo de Lavadores, Urbano Moledo, ejecutado allí donde ayer la joven recordó la vida del dramaturgo y ugetista que murió acusado de repartir armas. Y quizás por eso, criticó a los que hablan de "revanchismo". "Es una simplificación burda, una manipulación inaceptable de la verdad que nos mueve", aclaró. "Yo vengo hoy aquí en calidad de heredera de una herida, de un sueño truncado; como familiar de un hombre digno que peleó por una sociedad mejor". También intervino con emoción contenida Marisa Arjones, nieta de uno de los represaliados.

El teniente de alcalde, Santiago Domínguez, defendió que se escuchen "los lugares de la historia y los nombres de las víctimas". "Si aprendemos a escuchar con los ojos limpios y el corazón abierto", aseguró, "avanzaremos y sabremos que no pasó de moda luchar por la libertad". Domínguez se refirió a injusticias actuales como la expulsión de gitanos, la violencia machista o al recorte de derechos laborales. Las gaitas de la Asociación Camiño Vello de Coia pusieron el toque musical que cerró el acto, en el que la Policía Nacional requirió la identificación del presidente de la asociación.