Casi sesenta años abriendo ostras dan para mucho. Hermitas Bouzón tenía 79 años cuando se retiró, en febrero del año pasado. Sus manos descubrieron a buen seguro millones de vibalbos, que disfrutaron varias generaciones de vigueses, personajes distinguidos y también anónimos, y sus ojos vieron las sucesivas reformas que vivió A Pedra y la transformación social de toda una ciudad. Este domingo, la calle Pescadería despidió a una Viguesa Distinguida, galardón que obtuvo al premiar el Concello la labor de todo el colectivo.

Natural de Arcade, Hermitas aguantó estoicamente las inclemencias del tiempo y de un trabajo "muy sacrificado", como ella misma reconocía hace un par años, y sin festivos ni vacaciones. Hasta que sus piernas dijeron basta. En febrero del año pasado, dejó de asistir religiosamente al puesto que la vio crecer, madurar y envejecer, la mayor parte del tiempo junto a su compañera de negocio, Mari Carmen Rodríguez, que también se retiró ya y que según su sobrino y heredero de la tradición familiar, "está muy triste por no haber podido asistir al entierro".

La profesión le venía de familia a Hermitas. Su madre la llevaba de pequeña a trabajar con ella. Aunque la situación a mediados del siglo pasado era muy diferente. Isaura Pérez, que a sus 77 años se ha convertido en la más veterana de las ostreiras en activo, recuerda así sus comienzos: "Yo tenía doce años cuando empecé, y venía sola, no como Hermitas que venía con su madre; cogíamos nosotras mismas las ostras, nos veníamos en tren con la cesta y las vendíamos aquí a la salida del mercado". Isaura reconoce que las condiciones han mejorado mucho. "Antes se vendía muy poco, pasábamos más frío y muchas veces al acabar la jornada íbamos por los pisos a vender lo que sobraba; era un sacrificio tremendo", aunque también asegura que ahora la crisis "se está notando".

Isaura sostiene que Hermitas "se pudo retirar mucho antes, pero le gustaba estar aquí con nosotras, que éramos casi su familia". Como ella misma reconocía hace un par de años, "una en casa apachucha". Sus compañeras la recordarán "con cariño", como reconocen las hermanas Amoedo, que son ya la tercera generación de su familia en el puesto, y que con 35 años abriendo ostras, piden "poder seguir abriendo muchas más".

"Hermitas se alegró mucho al saber que Fernando continuaría en su puesto; yo lo tengo más difícil" reconoce Isaura con la mirada perdida, admitiendo las dificultades de encontrar relevo generacional en una profesión que es un símbolo de la ciudad y que ha despedido esta semana a uno de sus estandartes.