Es paradójico que a quien en vida la Administración le negó una renta de integración social por tener un piso heredado (sin luz ni agua últimamente), una vez muerto se le entierre como un indigente, por la Beneficencia. Eso le ha pasado a un artista muy querido, el mimo Nacho Otero, a quien le faltaba dinero las más de las veces para llegar a fin de mes pero, como contrapartida, tenía una dignidad señorial, exquisita, que ya quisieran muchos de aquellos a quienes les sobra dinero. Él seguro que haría un chiste de ello: contaría en silencio, con gestos, para eso era un gran mimo, la historia de un hombre que tuvo que morirse para que el poder le reconociera como pobre.

Quien no conozca en Vigo a Nacho Otero es que no ha salido a la calle y a sus noches, en las que actuó tantas veces, en los últimos 20 años. A Nacho lo encontraron muerto en su casa de Teis de un ataque al corazón y ayer, en su entierro, que hubo de informarse boca a boca, me lo imaginé viendo desde arriba con una sonrisa cuánta gente le quería. Porque no era un sepelio de esos a los que se asiste por protocolo ante la familia. Apenas le quedaba. Era un acto de amor y de reconocimiento a un artista que se formó a ambas orillas del Atlántico, que fue un maestro, un pedazo de mimo discípulo de Marcel Marceau, un payaso en el sentido más honorable de la palabra que nos hizo reir mucho con su silencio y que llevó su risa incluso a Bosnia, entre Payasos sin Fronteras. Como decía uno de sus amigos, no le ponía aduanas a la risa.

Nacho era entre otras cosas el dueño de "Ja", un personaje que evolucionaba con él en su historial artístico y que llenó sus escenarios de todas las emociones. Se nos fue Nacho a su modo, en silencio y sin aviso, y muchos lloraron y depositaron flores ayer en su tumba. Parco en palabras, dotado de un talento único y singular, decía ayer de él el músico Alberto Conde antes de que le cubriera la tierra.

"La noche del martes le vi por última vez. Le acompañaba un ritmo lento y cansado, pero sus palabras eran las que siempre, las de un tipo optimista y esperanzado. Me dijo: ´Si mi madre viviera estaría orgullosa de que su hijo lleve 30 años de artista". Esa misma noche su corazón dejó de latir.