Cómo son los vigueses y cómo se les ve desde fuera. La respuesta a esta pregunta la dará esta tarde el Cronista Oficial de Vigo, Bernardo Vázquez Gil, dentro del ciclo de conferencias de la Fundación Vigueses Distinguidos (Centro Cultural Caixanova a las 20.00 horas). “Hay muchos mitos que erradicar y virtudes que sacar a la luz. Ni hemos sido los aldeanos venidos a más, como nos llegaron a calificar históricamente desde Pontevedra; ni nos pasamos el día dando martillazos, como cree la gente, tanto gallega como de fuera de Galicia. El vigués es trabajador. Sí. Pero mucho más”, afirma.

-Dedica una conferencia sólo a explicar cómo son los vigueses. ¿Cree que hay una falta de identidad o un desconocimiento tan grande como para tratar a fondo este tema?

-Ambas cosas. La gente tiene unas ideas muy poco claras sobre los vigueses. Fuera y no de Galicia, sino al otro lado de la ría, sin ir más lejos, se les ve como personas que se pasan el día trabajando. Tienen la impresión de que no hacemos otra cosa; que nuestro día a día sólo es sudar para ganar dinero. El vigués es trabajador, eso es innegable, pero también se divierte y es culto, al contrario de lo que se piensa, porque da la impresión de que sólo somos industria.-“Vigo trabaja, Pontevedra duerme, Santiago reza y A Coruña se divierte”. Los dichos populares le cuelgan ya esa medalla...

- [Sonríe] ¿Son todos los griegos sabios o los ourensanos afiladores? Claro que no. Pues tampoco todos los vigueses son trabajadores. Es la gran virtud por la que se les conoce, pero ha solapado la basta cultura que tuvo y tiene la ciudad. Aquí siempre hubo bibliotecas e importantes salas de exposiciones; incluso las grandes compañía teatrales que partían hacia América venían aquí. Pero eso no se sabe o no se quiere saber. Las administraciones siempre le dieron la espalda a la ciudad, y esto ha configurado su identidad.

-¿En qué sentido?

-Si de algo puede presumir Vigo es de que se fue haciendo a sí misma. Nadie le dio nada. El empeño y el espíritu emprendedor de los vigueses logró que se convirtiera en la principal ciudad de Galicia ningún tipo de ayuda. Desde A Coruña, Pontevedra o Santiago nos ven como aquellos pobres trabajadores incultos. No es más que envidia. Siempre la tuvieron y tienen miedo, aún hoy, de su espíritu revolucionario.

-¿Qué opina de esa rivalidad histórica entre las ciudades gallegas?

-No es buena, pero es algo que va más allá del ciudadano de a pié. Las altas esferas políticas son las culpables de estos desencuentros y quizás va siendo hora de erradicarlos.

-Y el vigués ¿cómo se ve a sí mismo?

-Hay dos prototipos diferenciados. Por un lado, hay una falta de telurismo. Gente que lleva toda la vida aquí, trabaja de lunes a viernes y llega el fin de semana y se marcha a la aldea porque es de dónde procede su familia. Allí está su futuro y para ellos Vigo no es más que una ciudad de trabajo. No se sienten vigueses, pese a que llevan aquí toda su vida. Pero por otro lado, existen aquellos que se sienten orgullosos de ser de aquí; un viguismo que comienza a crecer, ya que cada vez son más las personas que descienden de vigueses.