¿Alguien se acuerda de la Cumbre de Copenhague? Tres meses después, la crisis ocupa las páginas y los minutos de televisión que durante semanas monopolizaron las reuniones de presidentes, el acuerdo in extremis alcanzado por Obama, las protestas de ecologistas y el caos de organización. La reunión se clausuró con cierto sabor amargo, pero algo se ha ido moviendo, a mejor, desde que el cambio climático perdió presencia en las agendas mediáticas.

El catedrático vigués de Economía Aplicada Xavier Labandeira, que participó en el encuentro, disecciona sus logros y fracasos. "Las expectativas fueron poco realistas, había un caldo de cultivo muy especial y parece que al final no salió nada de allí. Además, Europa, que había liderado el debate hasta entonces, jugó un papel bastante secundario. Pero quedó claro que la sociedad y los políticos están concienciados sobre el cambio climático", sostiene.

Aunque se esperaban objetivos más ambiciosos, EE UU y China por fin han rubricado un acuerdo para no superar un aumento global de temperatura de dos grados centígrados y en el que también se han involucrado por primera vez naciones en vías de desarrollo, a las que se excluyó de Kioto.

"Y la ONU ya ha recibido los compromisos de reducción de un conjunto de países, como la Unión Europea, Estados Unidos, Australia, Canadá o Japón, que suponen el 80% de las emisiones. Son declaraciones de intenciones, pero también sus objetivos nacionales", apunta Labandeira.

La última cumbre climática reveló la ineficacia de los macroforos internacionales. La próxima reunión de Cancún será diferente, aunque todavía no se sabe en qué medida. "El problema es que no tenemos muy claro cuál es el camino desde aquí. En Copenhague quedó claro que el sistema de negociación voluntarista y basado en el multilateralismo ofrece muchas dificultades para abordar un problema como éste", reconoce.

Las políticas para combatir este fenómeno son costosas "sobre todo, a corto plazo" y cada país tiene sus intereses, de ahí que las "fórmulas tradicionales" para alcanzar acuerdos mundiales no hagan más que añadir complejidad.

"El modelo ONU en el que cualquiera puede levantar la mano para hablar no funciona. Debe haber más negociaciones bilaterales y ningún acuerdo sin China o EE UU, que concentran el 40% de las emisiones, tendrá sentido", advierte Xavier Labandeira.

La situación "caótica" vivida durante la cumbre, incluida la detención de ecologistas, refleja estas limitaciones. "No favorece a la seriedad de estas reuniones que acudan todo tipo de organizaciones. Este formato es innecesario y no ocurre en otro tipo de ámbitos. Las negociaciones no pueden depender de manifestantes. Hay que organizarlas de otra manera", anima.

Labandeira también lanza un mensaje a los científicos involucrados en cambio climático y cuya credibilidad se vio amenazada por el escándalo del "Climagate" que saltó a la luz antes de la Copenhague. "Es fundamental que sean cuidadosos y transparentes, porque hablamos de un tema con repercusiones sociales muy importantes. Las políticas generan costes y el uso de recursos públicos y privados", exhorta.

Dicho esto, el catedrático insiste en que la polémica "no pone en cuestión" las evidencias científicas de la existencia del cambio climático ni la influencia de la acción del hombre.

Por eso no cree que ningún gobierno se eche atrás en sus compromisos: "Serían excusas de mal pagador. La clave ahora será cómo se van materializando los acuerdos. Asentar un sistema de precios de CO2 a nivel mundial sería un avance importante".

El experto vigués aboga por extender el modelo europeo de emisiones. "En EE UU se discute su creación y Japón también se lo plantea. Dependerá de acciones unilaterales y después de que se vinculen mercados", explica.

Dentro de la Unión Europea, España destaca por su concienciación, pero Labandeira se confiesa "un poco decepcionado" con la ausencia de la reforma fiscal verde en el anteproyecto de la ley de economía sostenible de Zapatero. "Es necesario extender la política de precios sobre emisiones a todos los sectores, sobre todo, al transporte. Y ahora que hay que subir impuestos sería un buen momento. Debemos explicarle bien a la gente que son instrumentos que sirven para reducir CO2 y que, al consumir menos, ahorramos todos", comenta.

Esta labor también debe involucar a las comunidades autónomas y a los concellos –"Las políticas ambientales están descentralizadas", recuerda–, así como a las empresas y los ciudadanos.