Vigo, como una mujer desnuda, caótica, apacible que se abre con una sonrisa al mundo. Vigo, ciudad de vistas locas, ritmos vertiginosos, secuencia tras secuencia. Planos a las cuatro de la mañana, con las luces bostezando y las sombras dando cada matiz. Vídeos con una sensibilidad de oro, con paciencia, con mimo. No hay fallos; cada encuadre es preciso. Son los documentales de un artista vigués que tiene un nombre: Rafael Tenoira.

Con paciencia, poco a poco, graba desde su bicicleta cada ángulo de Vigo desde hace 16 años. Si los vídeos por sí solos no tienen pérdida, el mérito se dispara al tener en cuenta la situación personal de Tenoira. Corría el mes de mayo de 1990 cuando un accidente fatal de moto le provocó importantes daños en su cráneo y su cerebro. Como consecuencia del impacto perdió la visión del ojo izquierdo y por el derecho sólo conserva un dos por ciento de visión. Es afiliado de la ONCE y su primera cámara de vídeo se la compró él mismo, en 1991.

Tras una férrea disciplina para conseguir orientarse a través de las sombras y algún que otro vislumbro de color, el vigués, que tiene ahora 37 años, consigue recorrer la ciudad en su bicicleta. Es ésta un artilugio que se adapta a sus necesidades de trabajo, gracias a un simpático mecanismoque él mismo habilitó.

Un trípode "barato" sujeto a la barra central le ayuda a registrar los picados de los paisajes y el discurrir del tráfico urbano. "Muchos, cuando ven mis vídeos, me confunden con un profesional y se creen que manejo más medios económicos de los que realmente son", confiesa. No es difícil creerlo. Almacena ya 16 capítulos de su visión de Vigo, de una calidad envidiable.

"Pasamos por la vida sin disfrutar de la belleza", añade. Su reflexión y su consejo son fáciles de entender. Sentarse en los bancos de Castrelos a ver nadar a los patos, mientras las madres pasean a sus bebés en los carritos; respirar la brisa salada de la ría, mientras el sol desaparece detrásd e las Cíes, en una despedida callada... El ritmo acelerado de la vida en la ciudad roba tiempo a los momentos de disfrute de lo bonito. Él lo ofrece, en el registro de cada tarde de filmación, cuidando hasta el último detalle.

"Quiero que los vigueses puedan disfrutar de cada aspecto de Vigo, de una visión diferente, como es la mía, del lugar privilegiado en el que vivimos", expresa. Ha tenido ofertas interesantes para vender los 16 capítulos de la serie que tiene sobre la ciudad, pero no se decidió. No quiere comercializar de forma espuria con el arte, con la belleza, con su pasión, y espera consejos, propuestas y buena acogida por parte de los vigueses.