Aterrizó en Peinador procedente de Londres, previa escala en Madrid, donde le extraviaron la maleta. Llegó a Vigo con lo puesto, pero el buen humor del mayor experto sobre el Beagle del mundo no se vio alterado. Esta tarde, a las 20.00 horas, interviene como invitado estrella en la apertura del ciclo de conferencias que organiza hasta cada jueves hasta febrero el Museo do Mar, como complemento a la muestra “Darwin. Navegando no Beagle”. Estará acompañado en la mesa por José Luis Casado, director del Museo Cantábrico de Santander.

-¿Qué primera impresión le causa Vigo?

-La vi desde el avión y cuando venía del aeropuerto al hotel. [La entrevista se realizó en uno de los salones del hotel en el que se hospeda, a sólo media hora de su llegada]. Estoy encantado de estar aquí. Yo procedo de una pequeña villa pesquera en Escocia y Vigo, aunque es mucho más grande, me recuerda a ella.

-¿Conoce ya por imágenes el contenido de la muestra del Museo do Mar?

-Vi las fotos y un videoclip que me mandó Pablo [C arrera, por el director del museo]. La verdad es que me quedé muy impresionado. En este año de conmemoraciones hay que gente que intenta hacer réplicas del Beagle, pero ésta es la única que merece la pena.

-¿Por qué?

-En la residencia de Darwin, Down House, en Kent, reconstruyeron prácticamente el camarote que ocupaba a bordo del Beagle. ¡Y vosotros tenéis el camarote y el barco! Hay quienes intentan conseguir una réplica de la nave pero, por ahora, no han llegado a nada.

-¿Nada de nada?

-No. Los holandeses están repitiendo sus viajes alrededor del mundo, pero con los barcos de acero de finales del siglo XIX. Así que si uno quiere verlo y sentir cómo debió de haber sido, tiene que venir sin duda aquí para ver vuestro Beagle.

-¿Tan única es la exposición viguesa?

-Estuve en la gran exposición del Museo de Historia Natural de Londres, y había un poco más sobre el Beagle que en las demás que se hicieron en el resto del mundo, pero tampoco había algo así en tema de reconstrucciones.

-¿Qué convirtió al Beagle en un barco tan importante?

-El propio Darwin, obviamente, pero también el capitán Robert FitzRoy, que fue un personaje excepcional y al que me encargaré de presentar debidamente en mi conferencia de mañana [hoy para el lector].

-Pero él no fue el primer capitán, ¿no?

-No. Pero su predecesor no fue capaz de llevar a cabo la tarea. Pringle Stokes, que se encontró con las peores condiciones en la costa de Sudamérica, acabó quitándose la vida en esa primera expedición del Beagle.

-¿Cómo? ¿A bordo?

-Sí. Stokes se encerró en su camarote y se pegó un tiro.

-Entonces, FitzRoy no fue el primero en suicidarse...

-No. Él lo haría posteriormente, [a los 65 años] por un cúmulo de presiones, y con una navaja. Además, tenía antecedentes familiares con suicidios por depresión.

-Confiese, fueron estos episodios oscuros los que atrajeron tanto su atención hacia esta nave...

-[Se ríe, también con acento escocés]. No, el Beagle tiene una serie de características que lo hacen atractivo por sí mismo. Las expediciones de los primeros años captaron mi atención.

-¿Y qué fijó su interés?

-Lo que me fascina sobre el Beagle es que un barco tan importante, uno de los más significativos en el mundo de la ciencia, tuviese un final tan misterioso. Después de haber viajado dos veces alrededor del mundo, cuando vuelve a Gran Bretaña, en su segunda mitad de vida, casi no se sabe qué es lo que pasó realmente con él.

Hoy por la mañana, a las diez, se dirigirá al Museo do Mar para asistir, por primera vez, en en directo a “Darwin. Navegando no Beagle”. En su visita a la muestra, que tuteló desde la distancia, estará acompañado por Pablo Carrera y por John Robinson, miembro del Comité Ejecutivo de la European Maritime Heritage. A Prescott también le fascina uno de los aspectos que trata la exposición: hazañas tan grandes conseguidas por y en un barco tan pequeño.

-Fue un gran reto hacer un viaje tan fructífero durante cinco años en esas condiciones, ¿no?

-Sí, llevar a cabo ese tipo de expediciones en embarcaciones tan pequeñas era como enviar gente a la Luna. Eran tan dependientes, tenían que hacerse cargo ellos de todo. Fue algo extraordinario.

-¿Qué tipo de embarcación era?

-Era un ejemplo de los más abundantes barcos de guerra que se construyeron para la Royal Navy en Gran Bretaña. Necesitas en la marina una flota de grandes barcos, pero también muchos barcos pequeños para otro tipo de actividades, como fue el caso del Beagle.

-¿Qué lo caracterizaba?

-Tenía un manejo muy fácil, y muy adecuado para la recogida de muestras.

-¿Cómo hacían para convivir en él 74 personas?

-Ese hacinamiento era algo aceptado en la vida marina. Por eso había que elegir bien a los compañeros de viaje. Ahí entra el papel de FitzRoy, que consiguió mantener el orden durante un lustro. En todo ese tiempo, la tripulación, que tenía mujer y familia en Gran Bretaña, sólo volvió a casa en tres ocasiones y por periodos de, como mucho, dos semanas.