Nunca pudo imaginar este marinero vigués curtido en el Gran Sol que un día iba a ser campeón del mundo de faluchos aunque, todo hay que decirlo, se puedan contar con los dedos de una mano los aspirantes a tal título. ¿Quién va a competir en esas cáscaras de nuez que nacieron en Bouzas para la asistencia a los barcos fondeados ? Liliputienses. Eso es lo que son esas embarcaciones, que nada tienen que ver con esas otras más grandes, de vela incluso, que llevan por el Mediterráneo ese nombre.

Mariano Vilas, "falucheiro mayor", las conoce desde que nació en 1933 en Coia, a la altura de la curva de San Gregorio. Entonces su padre caminaba hasta la mar desde su casa con la falucha al hombro para trasladarse con ella a su gamela. Eran tiempos duros y ya con 7 años, recién acabada la guerra, le acompañaba al palangre, a puro remo su progenitor durante horas hasta las Cíes aprovechando las corrientes. Luego, cuando puso vela, todo era más fácil.

Habría que instituir en Bouzas el Día do Falucho por los múltiples servicios prestados. ¡Qué prácticos los faluchos para coger aquellos hermosos mejillones de entonces cuando la mar rompía con fuerza por Samil o Alcabre, en Cabo de Mar, en rocas como la "matagalegos" ! O para recoger los trozos de madera procedentes "das carballeiras" que se mezclaban en los barcos con carbón, cuando éste era escaso.

En 1942 tuvieron lugar las primeras regatas de faluchos y las hubo hasta el año 1950, poco antes de que Vilas se marchara al Gran Sol en un barco de madera. En 1991 se recuperó esa tradición con boucenses de pro como Paulino Freire o Víctor Fernández, y en la Asociación de Marineros Artesanos de Bouzas hay 13 construidos por Mariano Vilas que han llegado en exposiciones portuarias hasta el extranjero. En el mismo Museo do Mar se muestra una de estas piezas, de 2 metros de largo por 75 centímetros de ancho.

Dura vida marinera

Dura vida la marinera. Entre los 8 y los 17 años no hubo pesca de bajura que Vilas no acometiera: al "xeito", boliche, "bou", palangre... Entonces la ría era una mina y él conoció cada uno de sus recodos. Recorriendo a remo metro a metro desde O Berbés hasta Monteferro subiendo pulpo, chocos, fanecas, salmonetes... o hasta las Cíes, por fuera y por dentro, volviendo con langosta, lumbrigante... Así día tras día toda la semana y a lo largo de todo el año. "La mar no conoce festivos. Yo nunca tuve vacaciones", nos decía.

En 1950 se estrenó en el "Nito Montenegro" en las durezas del Gran Sol, tres días y tres noches para llegar allá en aquellos iniciales barcos de madera. Y desde los 60 trabajó como calderero en Santodomingo, pasando por sus manos al menos 2 barcos de madera y 10 de hierro.

Pero él lleva con orgullo eso de ser "falucheiro maior". Campeón del mundo de faluchos.