Es ligeramente reacio a confesar su edad, con brillo travieso en los ojos. “Non cho digo, senón asústaste”, responde con un fuerte acento difícil de ubicar por algunos trazos juguetones. A punto de cumplir los ochenta años, en diciembre, reconoce que él trabajó mucho en los astilleros, lo que le acabó “pasando por la piel”. Celso Comesaña, de Coruxo, engarza una historia en otra, recreando cada viaje montado en la cabina de control de su Jones, que pilotó durante más de dos décadas.

-¿Cuándo empezó a trabajar en Ascón guiando este tipo de aparatos?

-En 1962. Yo trabajaba en la fábrica de gomas, que para mí era una deshonra y tenía por aquel entonces una Montesa, una Brío 91. Llevaba poco tiempo trabajando y vi en FARO DE VIGO que buscaban gente en Ascón para pilotar grúas.

-Hábleme un poco de la máquina que usted guiaba...

-Pues... (reflexiona). Que andas, viras, giras... Es móvil. La puedes llevar por donde quieras, menos por el mar (se ríe), por donde quieras, a cualquier lado.

-¿Qué diferencia a las Jones de otro tipo de autopropulsadas?

-En la base de Ríos (Teis), por ejemplo, había máquinas y grúas pero no eran tan prácticas. Con ésta (refiriéndose a la Jones que él guiaba) les podía comer dos viajes de transporte de chapas. No eran tan útiles y rápidas.

-¿Por dónde andaba?

-Por toda la factoría, y también salía a la calle con ella. Trabajaba unas horas en el parque de materiales, otras para la zona de “movimiento”, otras para servicio de barcos que había en el embarcadero.

-¿Qué tipo de materiales levanta?

-Eleva todo tipo de pesos: chapas, ángulos... Dentro de la capacidad de ellas, claro.

-¿Cuál manejaba usted de las dos?

-La que es ligeramente más nueva, la más moderna. Es la que tiene el motor gripado, pero entonces funcionaba perfectamente.

-¿Tiene algún nombre especial?

-Jones (pronuncia con fuerza la jota a la española). Jones (repite).

-No, no. Me refiero a si les pusieron algún apodo.

-¿A mí?

-A su grúa, para distinguirla de otras.

-Había un hombre, que era el contramaestre del muelle. Un día me viene y me dice: “¡Antonio, Antonio!, ¡vete allí con el tructor, hombre, y coge aquello!”. Yo le contesté: “No soy Antonio, y no soy tractorista, soy gruísta! (le entra la risa). Sí.

-¿Era muy duro el trabajo en el astillero?

-Trabajaba todo el día, toda la noche y todo el día siguiente. No siempre. Pero eso te tiraba la piel.

-¿Cuál fue su misión hoy (por ayer)?

-Vine para mostrar cómo se hacen los giros, cómo se vira... Hice igual que si estuviese trabajando de nuevo en los astilleros.