El misterioso señor X, enfundado en una larga gabardina, con gafas de sol y sombrero calado y la rubia de peluca que susurraban objetos prohibidos en los templos del sexo han pasado a los anales. Los productos eróticos pierden ese halo de pecado, de fruto prohibido y se colocan a golpe de tecla. Las máquinas expendedoras se convierten en escaparates del placer, facilitando la compra anónima y atemporal de una amplia gama de productos. Se acabó la vergüenza de verle la cara y expresar dudas al dependiente del sex shop.

En la avenida de Balaídos, un pequeño entrante en una fachada de venta directa oferta bocadillos, cafés, mecheros y muñecas hinchables con igual facilidad. Lubricantes, bolas vibradoras, plátanos desmondables, esposas, tangas y mallas con agujeros estratégicos son algunos de los artículos que ofrece esta original “botica”, como se hace llamar. La empresa Devend¡ng, distribuidora de maquinaria expendedora en numerosos puntos de toda España y con sede en Vigo, incide en como este tipo de productos “se vende muchísimo”.

El principal factor que decide a un consumidor a utilizar este tipo de aparatos de conveniencia es, precisamente, el de la intimidad. Los productos de tipo sensual y sexual se acercan, por primera vez, al gran público. El perfil del cliente es el de varón mayor de 25 años. “Casados y aburridos, que quieren innovar”, constatan desde la distribuidora. Los preservativos se quedan para el consumidor adolescente mientras que los maduritos se arrancan a introducir los vibradores, las bolas vibradoras y los productos con sabores en sus relaciones más íntimas.

El factor tiempo es clave. Las máquinas expendedoras tienen una cobertura 24 horas. Como un servicio de emergencia a tiempo completo. Un pequeño fallo de previsión en medio del acto amoroso se puede subsanar fácilmente dando un salto a la calle. Además, la vergüenza también juega con el elemento, no siempre pernicioso, de la nocturnidad. “Si vas a buscar una bebida y ves un objeto erótico que te interesa pero la calle es muy concurrida, siempre puedes volver por la noche para que nadie te vea”, añaden desde Devend¡ng.

Los sectores hacia los que van dirigidos los productos son muy variados y acordes con todas las tendencias sexuales. Las bolas, los lubricantes y los vibradores anales son muy bien acogidos por los consumidores homosexuales masculinos.

Alternativas de crisis

La técnica base para quitarle hierro a los temas con contenido picantillo es disimular. “No, si yo..., era por hacer una broma, mujer”. “Nada, pasaba por aquí, vi esto y me hizo gracia”. “¡Qué va!, ¡si es para una amiga!”. Pero las chanzas ya no son sólo excusas; también tienen cabida en este tipo de máquinas. Ovejas con orificios en sus partes sexuales, plátanos que se abren en penes para celebrar fiestas de despedida de soltera, o las golosinas con forma de partes pudibundas.

Los precios se adaptan a esta nueva forma de adquisición. Al eliminarse varios pasos en la cadena de venta, el importe baja. Las bolas chinas a siete euros, los plátanos a 4,50... Los vendedores ya elaboran formatos específicos para los productos que se venden en máquinas. El precio de las cajas de preservativos también es inferior y resulta mucho menos embarazoso consultar las tipologías que en un establecimiento tradicional: fluorescentes, con sabores y texturas diferentes...

La crisis también ayuda a afianzar estos servicios, ya que a poco precio se encuentra un plan alternativo, económico y atractivo que permita quedarse en casa sin salir fuera a gastar cuartos. Se convierte, así, en una forma de promover los momentos de intimidad con la pareja.

Cartas eróticas, dados, hay de todo y la tendencia es a incorporarlas de forma conjunta a otro tipo de máquinas expendedoras, en todo tipo de lugares, salvo en colegios. Aunque hay objetos con orientación sado, como fustas, “no pueden ser nunca peligrosos”. Los objetos, además, tienen que tener libro de instrucciones en español, y, como aseguran en Devend¡ing, nunca tener fotos demasiado explícitas.